Lo que hay que oír

¡Firmes!

No sé por qué, pero últimamente no escribo más que sobre la enseñanza. No me gusta mucho dar vueltas a estos temas con los que convivo en el día a día, pero últimamente la patata de la educación anda tan caliente que hay que atreverse a meter la mano en las brasas.

Hoy quiero hablar del debate existente en la sociedad sobre la pérdida de respeto a los profesores y la merma de su autoridad. Obviamente, estos dos asuntos son tan serios como para no tomarlos a la ligera. El papel del profesor en la actualidad está viviendo horas bajas, eso nadie lo duda. Los medios de comunicación y la experiencia personal alumbran unos cuantos casos y es un fenómeno que se extiende desde la educación primaria hasta la universitaria. Sin embargo, no me gustan nada las medidas que algunos proponen para solucionar el problema «a la francesa». ¿De verdad el tratar de usted a los profesores o el ponerse en pie cuando ellos entren en clase es una muestra del respeto de los alumnos y de la autoridad de los profesores? Eso me recuerda a los padres que contaban que tenían que tratar a los padres de usted. ¿Eran aquellos mejores padres e hijos? ¿Se solucionaría el problema con la implantación de una ley marcial, con alineaciones –y alienaciones– de los alumnos en el patio a golpe de silbato?

Quizá el problema del respeto y la autoridad no sea tan sólo algo de nuestro presente; quizá obedezca a todos los presentes de la historia de la educación. Mi padre nació en 1925 y se educó en colegios de Miranda de Ebro y de Vitoria. Recuerdo muchas de las anécdotas que contaba de esos años de colegio, pero la que más me impresionaba era cuando contaba que, el último día de curso, todos los alumnos cogían los tinteros y los estampaban contra la fachada del edificio. ¿Os imagináis el revuelo mediático si ocurriera algo similar en la actualidad?

Tengo la suerte de haber sido respetado por la casi totalidad de mis alumnos en los veinte años que llevo dando clase. También creo tener autoridad en el aula y fuera de ella. Compagino ambas con un trato más que afable con mis alumnos, entre bromas mutuas y en un ambiente distendido, que creo que es el óptimo para aprender. Eso no significa nunca que no sepamos en qué lado estamos profesor y alumno. No hemos perdido en ningún momento la vertical ni la horizontal. El que los alumnos se levanten al unísono cuando yo entro en clase no añadiría ni quitaría ninguna autoridad. El profesor de esa inquietante película que es La ola consigue de sus alumnos esa y otras muchas cosas y, sin embargo, los derroteros llevan hacia otro lado, un autoritarismo de laboratorio.

Es cierto que hay que establecer mecanismos para que no haya faltas de respeto ni de disciplina. Es cierto que hay que crear una conciencia social de lo importante y respetable que es el oficio de enseñar. Es cierto que muchos profesores han pasado por experiencias desagradables que no están incluidas en el título que obtuvo ni en el sueldo que le pagan. Es cierto que tenemos que fomentar el trabajo serio y responsable. En este contexto, un usted y un «A sus órdenes, Mein Herr» son detalles irrelevantes que no conducen a nada.

Y otra cosa, que justifica el título de la entrada: no soy oyente habitual de la radio vespertina, pero el otro día tuve la ocasión de escuchar un programa en el que se hablaba de este tema. Hablaba un fulano que, con voz rasgada y compungida, decía que conocía personalmente a muchas personas que habían tenido que abandonar la enseñanza por culpa de los alumnos. Puede estar en lo cierto, no conozco el contexto. En mi caso, conozco también a compañeros de diferentes latitudes que han acabado de baja y que han abandonado la enseñanza. En esos ejemplos que conozco, se habían dado también otras malas prácticas que no partían de la parte baja del árbol, sino que estaban en la copa. Malos modos, gritos, menoscabo del trabajo de cada uno, insultos, puñaladas por la espalda. Porque –no lo olvidemos– las faltas de respeto y los problemas de autoridad están en todos los sitios. Buscar sólo en un sitio es errar el tiro.

(La fotografía es de Merak)

12 comentarios en “Lo que hay que oír”

  1. Acabo de leer tu artículo y no se como calificarlo. No voy a entrar en el fondo ni en la forma, sólo quería referirme a la frase de que "he sido respetado por la casi totalidad de mis alumnos" y "trato mas que afable con mis alumnos entre bromas mutuas y ambiente distendido". Me parece muy bien que tú digas eso de ti mismo, pero porque no preguntas a tus alumnos? Vale que te hayas camelado a muchos alumnos, pero a otros les has hecho la vida imposible. Te has portado con ellos como un mal profesor y un malísimo pedagogo. No has sido consciente del daño que has hecho. Ese trato mas que afable quizá lo hayas tenido con los que te han respondido como tu esperabas pero no con los que no han entrado en tu juego. A esos les has machacado injustamente y sin piedad con tu humor cínico. Me parece muy bien que divages y opines sobre tantas cosas, pero yo que tu haría un poco de examen personal y no estaría tan orgulloso de tu carrera en las aulas. En vez de ayudar has intentado hundirlos un poco más (sin conseguirlo). Que te vaya muy bien

  2. Alberto. Muchas gracias por tus palabras. Tienes razón: desgraciadamente, en nuestra profesión también hay personas que no tienen vocación. Es una desgracia, porque tienen que pasarlo fatal en clase. Y mencionas una palabra que me interesa mucho, que es la del reconocimiento de la sabiduría. Creo que una de las cuestiones esenciales en la enseñanza es la de un trabajo por hacer aflorar la sabiduría en los alumnos.

    Merche. En este caso, estoy de acuerdo contigo sólo a medias. No creo que un usted sea la premisa necesaria para demostrar el respeto. En la actualidad, un usted sería más un elemento de lejanía y los adolescentes necesitan proximidad (que no colegueo gratuito).

    Bipo. Es imprescindible cuadrarse. Para mí, cuadrarse es buscar un marco adecuado. Y sí es cierto que los padres tienen aquí una labor fundamental. Entronco con FRAN. Es cierto: la autoridad está muy desprestigiada y tiene que estar clara una jerarquía para saber quién establece las reglas. Pero hay que elegir unas reglas que pueden ser muy severas, pero enfocadas al fin que perseguimos. ¿Mejora mi autoridad en clase el que entre y los alumnos se pongan en pie? Para mí, la autoridad radica en que llegue a clase, los alumnos se sienten correctamente en su sitio, les diga los buenos días y ellos respondan y, después de los preliminares, y probablemente con una sonrisa por mi parte, empecemos la labor del día y ellos estén prestos a acometerla. La autoridad bien concebida creo que tiene que proceder también de la confianza en quien tiene la sartén por el mango.

    Kokycid. Valga lo que he dicho como norma general. Pero también he tenido alumnos, a lo largo de la historia, que han acabado con procesos penales, alguno incluso por intento de homicidio. Me hacía gracia que, justamente a ellos, algunos de mis compañeros les doraban la píldora. Quizá el miedo hacía estragos. A esos, ni agua. Pero también hay muchos chavalillos que son enderezables. La labor de educación con el que nos lo pone fácil es eso, fácil, pero es muy gratificante la lucha con personas a las que hay que saber tratar y que tienen muchos tesoros escondidos.

    Mafi. Como he comentado a Bipo, es cierto: los padres tienen muchas más llaves que todos los ministerios y normas de este mundo.

    Y otra vez Fran. Pedro podría contarte también algunas anécdotas del infantilismo que ha invadido las aulas universitarias, aunque sea ésta una educación no obligatoria. El que haya chicos en los institutos que no quieren estar allí no ayuda nada, pero créeme en una cosa que te digo: a veces es mucho menos costoso hacerse entender en un aula de secundaria que en una clase universitaria de primer curso donde algunos no saben si van o si vienen. Les pilla todo tan lejos…

    Gracias a todos por vuestras aportaciones. Se ve que es un tema que interesa, y eso es bueno para la sociedad.

  3. Primero hay que distinguir entre autoridad y abuso de poder. 😉 La autoridad tiene que estar basada en el respeto recíproco y en un reconocimiento de sabiduría de quien la ostenta. Hay mucha gente que se apoya en su cargo, título o autoridad para hacer lo que se le viene en gana.

    Un saludo

  4. Todo es un problema de "tonalidades".

    En España hemos sufrido una dictadura que se prolongó durante casí cuarenta años y que nos dejó múltiples estigmas. El pavor a palabras como "autoridad" es uno de ellos.

    Yo, como padre, no pienso renunciar a la autoridad que me corresponde. Lo siento mucho, pero no todas las cosas en nuestra casa se deciden por procedimientos democráticos. Mis hijas se levantan por la mañana -les guste o no- porque Mariam y yo así lo hemos decidido. Ese tema -y algunos otros- no admiten discusión.

    Eso no quiere decir que nuestro hogar sea un "campo de concentración". No lo creo, ni muchísimo menos, pero yo no renunciaré a ejercer mi autoridad… aunque a veces sea más fácil dejarse llevar por el buenismo.

    P.S. Por cierto, no es lo mismo dar clase a unos jóvenes que están allí voluntariamente -así debiera ser en la Universidad- que a unos adolescentes que van obligados a ese "centro de terror2 😉

  5. Hmmmm… creo que considerar al profesor como autoridad pública es un acierto, pero, pero, no frente a los alumnos sino frente a sus padres, que son a mi modo de ver los que se merecen la primera bofetada, de tal palo tal astilla es un refrán popular que merece ser enmarcado o tatuado en la frente de más de un progenitor… mientras tanto este es buenísimo. muas 😛

  6. Tienes toda la razón del mundo, es un tema controvertido y peliagudo.

    La dejación de la función educativa de los padres ha traído estos lodos. Algo hay que hacer, quizás dar a los profesores una autoridad tan aplastante no es lo más conveniente por aquellos docentes que se exceden siempre. Me parece bien que se debata esta situación y se comience a mover la rueda de molino para buscar soluciones . No se puede tolerar la falta de respeto y para eso no es imprescindible cuadrarse.

  7. Por supuesto que el habito no hace al monje. El tratamiento o el hacer fila no implica mayor o menor respeto. Eso es algo que se enseña y se aprende en casa. Después, por supuesto, el profe tiene que saber ganarselo. Pero hay colegios y aulas en las que con tus metodos y tu buen rollo (que comparto al 100%) no se yo si auguantarías sin cojerte la baja más de un mes. (Hay muchísimo animal suelto) Y algo hay que hacer (no sé el que, pero lo politicamente correcto aquí se ve que no funciona).

  8. Ay, no sé qué decirte. Me parece tu actitud hacia tus alumnos muy correcta y es lo que debería ser en la UNIVERSIDAD, pero en el instituto y en los de primaria, creo que el ústed debería ser de uso normal. No por autoritarismo sino por respeto y educación. Recuerdo que en mis años escolares canadienses, nos levantábamos cuando entraba la profesora (ahí no teníamos problemas con el ústed…) y la respetábamos muchísimo. Cuando llegué al bachillerato y en mi colegio había internas sudamericanas, me chocaba la falta de respeto con que éstas trataban a las monjas. No acataban las órdenes, eran contestonas y maleducadas y eso que provenían de la "crème de la crème" de las oligarquías latinoamericanas (en aquellos años, los hijos de los oligarcas estudiaban en Suiza o en Canada). Jamás me olvidaré de una sobrina de Trujillo (el sátrapa de la Rep. Dominicana) que era insoportablemente altiva y maleducada. Esta actitud, a las "canadienses" nos parecía tan barriobajera que las ignorábamos. Excepto dos colombianas que fueron grandes amigas mias; las únicas que se comportaron civilizadamente y eran un amor de personas. Besotes, M.

  9. Qué gran razón tienes!! Todos los profesores debería aprender de ti…Lo digo por experiencia propia. 😉

    Aunque ante este texto me surge la pregunta de si ser profesor es una vocación o si en muchas ocasiones muchos diplomados acaban en esta profesión al no encontrar trabajo en sus respectivas carreras???

    Un saludo desde Historia Infinita

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