¿Quién es el último, por favor?

Titanic

Benno Torgler, profesor de economía en la  Queensland University of Technology in Brisbane (Australia), ha publicado un interesante artículo (aquí la reseña en el The New York Times) sobre el instinto de supervivencia y la interiorización de las normas sociales en los naufragios del Titanic y del Lusitania. Por supuesto, las circunstancias de los dos naufragios son diferentes: los pasajeros del Lusitania sabían que cualquier barco británico era susceptible de un ataque alemán; además, probablemente habían conocido la tragedia del Titanic y conocían que las posibilidades de supervivencia eran escasas. Parece que los pasajeros del Titanic observaron de manera bastante estricta y «educada» los protocolos de salvamento para intentar proteger a los más débiles; mientras tanto, los pasajeros del Lusitania optaron por la consigna de «el que venga detrás, que arree» con una denodada y avasalladora lucha por la supervivencia.

Sin embargo, al margen de estos importantes factores, lo que me ha atraído del estudio es otra posible causa que ven los investigadores en la reacción de los pasajeros: el tiempo. Parece que el Titanic tardó en hundirse dos horas y cuarenta minutos, mientras que el Lusitania se fue a pique en apenas dieciocho. En tiempos cortos, dicen los investigadores, predominan nuestras reacciones instintivas de supervivencia. En tiempos más largos, el evidente impulso de supervivencia queda acortado y matizado por las normas sociales que cada uno de nosotros ha interiorizado tras cierta preparación genética y un necesario período de aprendizaje.

Me resulta curioso que todo ese tiempo de angustia que vivieron los pasajeros del Titanic les sirviera a muchos para hacer lo que tenían que hacer como seres pertenecientes a una colectividad por encima de la individualidad más instintiva. En el caso de estos pasajeros, no sirvió el dicho de «el que venga detrás, que arree», sino que imperó una serenidad que, sinceramente, admiro. ¿Qué haríamos cada uno de nosotros en un caso semejante?

5 comentarios en “¿Quién es el último, por favor?”

  1. La censura de las máquinas es una censura programada por las personas 😉

    Me alegro de que te hayas animado a ver Breaking Bad y que te haya gustado. A mi esa serie me entusiasma y ando ansioso por la tercera temporada que este mismo mes se estrena. =)

  2. ¡cuánto de curioso tiene el estudio!

    ¿qué cómo reaccionaríamos? yo me ahogaría de la impresión. me daría un pampurrio pensar que tengo que estar en el agua helada,

    claro que no especificas si el hundimiento se produce en aguas tropicales cálidas pero infestadas de tiburones, cerca del polo, en Amsterdam, en una isla llena de caníbales o en el puerto fluvial de Sevilla.

    Todo esto hay que sopesarlo

  3. Max Estrella.- No, no deberían censurarlas. Pero el caso es que, de hecho, ocurre. "Verba volant" no puede consultarse en muchos ordenadores del Ayuntamiento por una entrada a la que titulé "Sexo puro y duro" . No es cuestión de censura en personas, sino la censura de las máquinas. (Por cierto, gracias por descubrirme Breaking Bad: grande de verdad).

    Kokycid.- Resulta curioso que el tiempo resulte tan traicionero para algunas cosas y, sin embargo, sirva de conciencia social en otros.

  4. Ese artículo sería un interesante quebradero de cabeza para Darwin. Cuándo el más fuerte no es el que sobrevive, sino la sociedad.

    pd. Toda palabra, por estrambótica o malsonante que parezca, no deja de ser una palabra. Censuramos nuestra propia lengua cuando existen corrientes literarias que usan dichas palabras y los manuscritos los consideramos obras de arte. ¿Deberían censurar a Bukowski de las redes públicas? ¿Quizá Roger Wolfe? ¿O tal vez Irvine Welsh? 😉

  5. Muy aguda reflexión… El tiempo (que quede) y el decorado (donde y quién nos observe) marca muchísimo nuestras actuaciones. Tela (marinera en este caso).

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