Navidad. Y el vaso

Lo he dicho muchas veces: no me gusta ser un aguafiestas. Tampoco uno de esos gruñones que está en contra de todo. Son muchas las perspectivas: la ultracatólica, la anticatólica, la prosaturnalia y derivados, la consumista, la anticonsumista. Vaya por delante que a mí, que son un tipo al que se la trae al pairo casi todo, me parece bien que uno tienda a celebrar lo que le venga en gana. Que se emborrache y coma hasta más allá de la saciedad. Cuando puedo, yo hago lo segundo a menudo.

Pero me niego a contemplar la Navidad como ese espacio utópico –y casi ucrónico– en el que todos somos buenos, en el que compartimos, en el que sonreímos y no sé cuántas cosas más. Si alguien está convencido de todas estas bondades, le animo a que siga así y vea ese vaso de la vida no solo medio lleno, sino rebosante hasta que supure las últimas gotas. Yo veo que la Navidad es ese momento – ese lugar, esa ocasión– que sirve para hacer lo que a uno le venga en gana sin pensar en las consecuencias, pero también –sí, lo afirmo– sin pensar en los demás. Me niego a pensar que, por ser Navidad, somos distintos. Y, si lo somos, si nos comportamos de modo diferente, somos unos inconsecuentes. Yo, en cualquier caso, no veo nada diferente. A todas las personas que veo por delante a lo largo del año las sigo viendo por delante y a todas las personas a las que veo por detrás les sigo viendo el plumero. Y no me equivoco ni un poco.

Será que cada uno ve ese vaso de una manera, es cierto. Pero quizás tengamos que pensar no solo en si está vacío o lleno, sino de qué está lleno.

(Con imagen de Jenny Downing)

2 comentarios en “Navidad. Y el vaso”

  1. Reconozco que esto de las reuniones y las cenas son buenos momentos, que propician encuentros, buenos ratos. Aprovechemos esos ratitos. Pese a ello, yo, en esto de la Navidad, sigo siendo escéptico 🙁

  2. Estoy completamente de acuerdo contigo. Hay que ser muy inocente para creer que la gente cambia durante dos semanas y se convierten en quasi santos. Lo que también es verdad, es que se suelen dar más ocasiones en las que demostrar el afecto que sientes por los demás (es época de reuniones, de cenas, de visitas sorpresa…).

    Pero una cosa no quita la otra si el resto del año eres un egoísta rematado, no serás el más generoso. Y si lo eres, será pura hipocresía.

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