Pues sí, voy a hablar de la San Silvestre (cidiana)

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Pues sí, he estado a punto de arrepentirme, pero lo voy a hacer. Voy a hablar de la San Silvestre Cidiana, la que se corre en Burgos, mi ciudad (y no precisamente para bien). Eso sí, voy a intentar ser breve.

Esta carrera, con la que muchos burgaleses quieren celebrar el año, poco a poco, va convirtiéndose en un pequeño-gran desastre. ¿Razones? Las hay exteriores e interiores.

Entre las exteriores, está nuestro querido ayuntamiento y algún que otros responsable más. Que más de siete mil personas (el número va creciendo cada año) quieran convertir las calles en un acto de celebración deportiva para despedir el año no es poca cosa. Y, como no es poca cosa, hay que poner empeño en que «la cosa» salga bien. Entre otras muchas tareas que corresponden al ayuntamiento, está la de autorizar un recorrido con una salida y una meta, claro está.

La salida nos ha ido sorprendiendo año a año con variantes. La de este año, ha sido –si cabe– todavía más desastrosa que en años anteriores. ¿A quién se le ocurre poner a correr a siete mil personas empezando en un puente? A un idiota no, porque lo entiende a la primera. El atasco, unido a otras cuestiones que comentaré más abajo, hizo que no se deshiciese un embrollo descomunal hasta pasar el vericueto de Puente de Santa María – Plaza de Vega – Calle Progreso – Calle San Pablo… hasta pasar el puente. Correr, hasta allí, era un imposible. No hablo ya de correr como un acto deportivo, sino de correr con unos principios mínimos de seguridad. ¿Cómo nos podemos alarmar de que no se abran puertas de seguridad en recintos en los que se celebran determinados eventos y podamos meter en un embudo a miles de personas? No pasa nada… hasta que alguien se caiga. Entonces empezarán las risas.

La meta es la de todos los años y el sistema de llegada es claramente insuficiente. No decimos nada porque somos buenos y nos conformamos con cualquier cosa. Pero llegar a una meta y entrar por un sistema de vallados que discurren a un ritmo muy dispar no es la mejor manera de organizar una llegada. No vamos a pedir, claro está, que se haga un cronometraje perfecto y un sistema de calificación infalible, porque no se trata de eso. Pero sí se trata de poner un poco de orden al (tremendo) caos.

Entre las exteriores (con una responsabilidad «interior» también evidente) es el sistema de carrera. Sí, estamos todos de acuerdo: no es una carrera al uso, es una fiesta deportiva. Sí, lo pillamos: es una celebración. Todos sabemos esas cosas. Pero también sabemos que una carrera es para correr. Más deprisa, más despacio… pero correr. Por lo tanto, hay que respetar al que corre. Aquí influyen varias cosas: la primera, la del grupo de «listos» que corren sin dorsal, frente a los tontos que decidimos contribuir con muy pocos euros. La segunda, la de que todo acto social requiere un respeto a las reglas. Si hablamos de un recorrido, hablamos de un tramo que va, sencillamente, desde el principio hasta el final. Cuando yo salí a correr, en la línea de salida no habría más de doscientas personas por delante. Cuál fue mi sorpresa al encontrarme a seguramente más de un millar después. La costumbre de ir colándose y salir en medio del trayecto es casi esperpéntica. A todo ello se une el grupo de personas que no tienen ningún tipo de criterio. Sí, ya lo he dicho antes: no somos tontos y sabemos lo de la fiesta, etcétera. Pero es lógico pensar que el que no vaya a correr (más o menos rápido, pero a correr y no otra cosa) pueda hacerlo. En el trayecto te encuentras a tipos que corren con un perro (y, desde luego, no hacen canicross), a otros que van con un carrito de niño, a otros que van casi andando en grupo en fila de veintisiete… ¿Caben todas esas personas en una San Silvestre? Por supuesto que sí. Pero cualquiera que tenga dos dedos de frente comprenderá que todas esas personas tienen que ir por detrás de los corredores. Com decía, todo acto social tiene unas normas. Y no es precisamente edificante ni formativo el que, para correr, valga cualquier cosa. Estas circunstancias no convierten la San Silvestre en una fiesta del deporte, sino en una patochada.

Lo que no puede ocurrir es que, año tras año, nos sintamos orgullosos por algo de lo que tendríamos que avergonzarnos. Si es un acto tan importante, la San Silvestre debería contar con medios, con estrategias, con ideas nuevas. No vale con ir sumando participantes cada año, sino en ir planificando cada metro.

(Como pequeño dato curioso, diré que, casi a mi lado en la meta, estaba un individuo con zapatos, vestido de calle y con anorak , sin una dota de sudor, que tenía pinta de no haber corrido ni un solo metro…)

Y, por supuesto, que todo el mundo se lo pase bien. Que todo el mundo disfrute. Que se disfrace, que ría. Que los niños y las familias, se animen. Que sea una fiesta, pero organizada. Que sea una fiesta, pero del deporte.

Menos mal que prometí que iba a ser breve… ¡Feliz 2014!

(Imagen de BMclvr.)

 

No es cuestión de co

 

6 comentarios en “Pues sí, voy a hablar de la San Silvestre (cidiana)”

  1. Ayer corrí la San Silvestre Cidiana 2015 y confirmo todos y cada uno de los problemas aquí comentados que siguen sin solucionarse. Habrá que esperar a que suceda un accidente serio para que se decida poner remedio.

  2. Feliz, año, Koky (aunque mi felicitación venga un 14 de enero). Aunque ya se dijo en Facebook, fíjate que un chip de esos que se llevan en el dorsal y que no lían demasiado a mí no me parece mala opción. En cualquier caso y de cualquier modo, es manifiestamente mejorable 🙂

  3. Efectivamente se trata de una fiesta. No es una carrera propiamente dicha. Ningún día sería más absurdo intentar «hacer marca», pero de ahí a que el que participa corra peligro hay un abismo. Como todos los años lo pasé bomba, pero reconozco que ha sido el año que más miedo (sí, miedo) he pasado en la salida. Una chapuza monumental (para variar). Sobre lo de los espontáneos a mitad de carrera y la gente que no tiene excesiva cabeza ni excesiva educación ni opino, es más difícil de preveer. Mientras que lo de la organización creo que con un pelín de interés se podría mejorar muchísimo. ¡Feliz año Raúl!

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