Ímprobo y esfuerzo

Últimamente, me ha dado por las palabras. Bueno, por las palabras me ha dado siempre, que son mi oficio, mi beneficio y mi devoción. Y, si no, que se lo digan al nombre de mis blogs, que se van por las aires o se fijan por escrito. Hoy habla de la palabra esfuerzo y sus acompañantes. Claro que nos esforzamos. Es cierto que alguna vez el esfuerzo es inútil o pequeño, pero nos gusta mucho que sea notable, considerable, gigantesco, ingente o tremendo. A veces, nos esforzamos tanto que el esfuerzo llega a ser titánico. Confieso mi admiración por el esfuerzo denodado.

Pero, sin lugar a dudas, la expresión ligada al esfuerzo que más me gusta es el ímprobo esfuerzo… y lo que ha cambiado su definición. En el DRAE de 1780 define ímprobo esfuerzo como «Lo que cuesta gran trabajo, pero inútil, ó sin fruto». Por lo tanto, nuestro ímprobo esfuerzo era baldío. No sé si a fuerza de esforzarnos o a fuerza de no resignarnos o a fuerza de convertir el agua en vino, los significados cambian y de inútil pasa a significar excesivo en el DRAE de 1817: «Se aplica al trabajo excesivo y continuado»… y continúa así hasta el DRAE de 2001, en el que un ímprobo esfuerzo se convierte en: «Intenso, realizado con enorme aplicación».  Por lo tanto, todos los ímprobos esfuerzos han pasado de inútiles a excesivos, y de excesivos a intensos y aplicados. Será que nuestro esfuerzo lo merece.

Por cierto, que ímprobo es algo carente de probidad. Pero ese ya es otro tema.

Imagen de Betsy Streeter.

(Esta entrada aparecerá también en mi blog académico ScriptaManent).

 

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