¿Estamos tontos?

House, M. D.

Resulta que a un conjunto de médicos muy espabilados les dio por reunirse en una «Comisión Central de Deontología» en 2007 para, entre otras cosas, redactar un informe sobre la «Imagen que los seriales médicos de televisión ofrecen sobre los médicos de la profesión médica en general». Si alguien quiere echarse las manos a la cabeza (yo, por mi parte, he preferido morirme de risa), expongo aquí algunas de sus insustituibles conclusiones. Omitiré las faltas de ortografía, porque no son como Blogofago, que decide no poner tildes en sus escritos blogueros pero sabe poner el acento en las cosas relevantes. Ellos no: no deben confiar en su capacidad, aprendida en los lejanos años escolares y prefieren acogerse al mandato del corrector ortográfico de Word.

  1. Empiezan por afirmar que la televisión es (casi) la única fuente de información y educación para la población. Yo voy a empezar a estudiar Teleco viendo la Teletienda.
  2. Su siguiente reflexión quitará el sueño a los críticos televisivos, ya que les da por calibrar el éxito de las series médicas de ficción según estos parámetros: (a) permiten introducir y eliminar personajes con mucha facilidad;(b) utilizan el drama de la urgencia medica; (c) muestran las miserias de la clase medica; (d) todo esto se hace en un tempo mucho más rápido que en la vida real.
  3. Ahora toca ahuecar de sus asientos a los teóricos de la ficción televisiva. Para ellos, los seriales médicos deben tener como objetivo principal «educar a la población en temas médicos y sanitarios». Parecen obviar los principios que el gran Chicho Ibáñez Serrador aconsejaba como fines de la televisión: formar, informar y entretener. ¿No sería mejor, para estos fines, el género del reportaje o del documental?
  4. Que nadie se salga del guión de la realidad: más ancianos en las series, diagnósticos y tratamientos adecuados, experimentalidad moderada… Me temo que los guionistas tendrán que optar, una vez más, por la huelga. Estos médicos están que derrochan talento por los cuatro costados de la camilla.
  5. Les toca el turno a los vigilantes de la ética: también se quedarán sin trabajo. No se puede retratar a médicos sinvergüenzas, ni mostrar su lado canalla ni entre ellos ni en su relación con los pacientes. Pues yo conozco a un par de ellos…
  6. A la cola del paro se unirán los orientadores escolares. Resulta que los adolescentes quieren ser médicos en plan House, Vilches o Grey, y no hay nadie en este mundo (ni ellos mismos, que deben ser muy tontos y pensar que los hospitales son un putiferio, un limbo de imperfecciones humanas y el santuario de los tratamientos punteros).

Total, que no sé yo cómo no se han quejado los espías por la imagen que dan James Bond o Austin Powers, ni cómo soportan los policías ser la vida imagen de Colombo o de Grishom. Los bares «jamoneros» deben estar que trinan, y no menos alarmados estaremos los profesores en colegios en los que casi nunca se pasa de curso. Si yo fuese un asesino en serie, me indignaría con Dexter, tan humano y comprensivo. Las niñeras tendrían que advertir a los padres que las contratan que no serán capaces de ordenar todas las cosas de un plumazo y que su bolso no alberga todo el universo. Los capitanes de balleneros, humanos ellos, dirán que no todos son cojos ni obsesos de su destino. Los verdugos estadounidenses o chinos protestarán acaloradamente a Berlanga. Mozart se removerá en su tumba diciendo que él no es él (y lo hará acompañándose de una risita ñoña y facilona). Los vampiros pedirán que John Carperter sea suspendido de su derecho al voto. Las suicidas adúlteras recordarían a Flaubert -si viviesen- que no todas ellas se envenenaron. Y seguro que hay una película en la que los fabricantes de mantas zamoranas queda muy mal retratados.

Más les valdría los médicos no poner en las placas de su despacho, en sus batas e informes títulos que no les pertenecen y dedicarse a curar a la gente (cosa que creo, sinceramente, que hacen muy bien). Y, en sus ratos libres, soñad un poco. Os vendrá muy, pero que muy bien.

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