Científicamente bellos

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Parece que nuestra percepción de la belleza, nos guste o no, tiene un fuerte componente genético. Y empiezan a proliferar los estudios que así lo avalan: el médico Ulrich Renz ha publicado La ciencia de la belleza, la psicóloga Nancy Etcoff lleva muchos años dándole vueltas a estos asuntos (por ejemplo, en su libro Survival of the Prettiest. The Science of Beauty o su estudio La verdad acerca de la belleza) o Victor Johnston, eminente psicobiólogo que mantuvo una interesante entrevista con Eduardo Punset en Redes. El denominador común de muchos de estos estudios es que nuestra percepción de la belleza de los que nos rodean posee un denominador común más o menos universal, fundamentado en la reproducción y en la selección natural. ¿Dónde queda la belleza interior? Parece que en ningún sitio que no sea el de los constructos sociales. Frente a ellos, permanecen indelebles los elementos naturales de la belleza física externa. La belleza física, según Renz, rompe el principio de igualdad entre los seres humanos: el que nace bello parte con una significativa ventaja inicial en su relación amorosa -y social- con los otros. El interés que siempre ha tenido la belleza a lo largo de la historia de la humanidad (con el arte como su reflejo) se palpa de forma manifiesta en la avalancha de nuestro nuevo siglo por intensificarla falsificándola: los nuevos tratamientos quirúrgicos, gimnásticos, protésicos e inyectables se inclinan por la modificación de unos parámetros que nos vienen dados desde el momento de nacer. Las señales biológicas son esenciales en nuestra percepción de la belleza y nos conducen a los hombres a buscar rostros con bajos índices de testosterona y grandes niveles de estrógenos, escondidos en mandíbulas estrechas, labios grandes, pómulos marcados y proporciones matemáticas entre caderas y cintura. Todo ello en vías a la búsqueda de la fertilidad, uno de los parámetros que buscamos genéticamente los hombres tras una mujer bella. En el caso de las mujeres, se buscan inicialmente hombres con indicadores óptimos en su sistema inmunológico, en la búsqueda de un buen individuo con el que mezclar sus genes para que los hijos puedan tener grandes posibilidades de salud y supervivencia. Pero todavía es más curioso que la percepción de la belleza en las mujeres varía según su período de evolución: caras «masculinas» para buscar deslices, aventuras, en los momentos de alta posibilidad de embarazo, rostros más «femeninos», que aportan ternura y confianza en momentos en los que el embarazo es improbable. Por eso la belleza tiene tanta relación en los humanos como el amor: Helen Fisher, antropóloga estadounidense (que también intervino en el programa de Punset; es muy interesante, asimismo, la entrevista que mantuvo con El País), pone de manifiesto todas estas cuestiones en su libro Por qué amamos (Taurus, 2004) y aprecia las sensibles diferencias entre diferentes estadios amorosos porque estas diferentes etapas buscan objetivos distintos, como pueden ser la procreación y la conservación de la especie. Las famosas proporciones del «Hombre de Vitrubio» parecen tener correspondencias en todas las épocas y las culturas, pero también existen índices de estos indicadores equitativos en el resto de la naturaleza. Ahora tan sólo queda estudiar el interés cultural que tiene la transición de la consideración de la belleza a la ponderación de la fealdad (una vez más, Umberto Eco ha tenido la oportunidad teórica de hablar de estos elementos estéticos «opuestos» en libros que quedan separados por unos cuantos años). Va a resultar, al final, que el debate entre Apolo y Dionisio no es una lucha conceptual, filosófica, cultural, sino que hunde sus raíces en lo más íntimo que tenemos los seres humanos. Del desprecio y el «peligro» de los feos a la música de los Sírex, hay sólo un paso.

(La fotografía es de Alberto Ferarios, al que agradezco el permiso para su publicación en este blog)

 

 

 

2 comentarios en “Científicamente bellos”

  1. Aún no entiendo porque tengo que leer esta entrada. Vamos, que no sé que tiene esta que no tengan las demás para que no pueda perderme el leerla y eso que la he leido un par de veces, a ver si me dejaba algo…

    Si, feromonas y tal… Tan interesante como cualquier otra. Menos bella (en su forma y fondo) que algunas otras pero interesante cuando menos. Está bien saber que nos eligen por el poder que tenemos de crear una prole sana… pero al final los feos se casan y los inmunodeprimidos tienen hijos. ¿Dónde queda tanto estudio? No sé, en mi opinión hay algo más que simple quimica, pero a mi no me subvencionan para investigarlo. Una pena, con un poco de suerte salgo con dinero y la clave para "pillar".

    Hasta mañana.

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