Las dos aves de la melancolía

Sennales

Yo no quiero un amor civilizado, con recibos y escena de un sofá. Yo no quiero que viajes al pasado y vuelvas del mercado con ganas de llorar. Yo no quiero vecinas con pucheros, yo no quiero sembrar ni compartir, no quiero catorce de febrero ni cumpleaños feliz. Yo no quiero cargar con tus maletas, yo no quiero que elijas mi champú, yo no quiero mudarme de planeta, cortarme la coleta, brindar a tu salud. Yo no quiero domingos por la tarde, yo no quiero columpio en el jardín. Lo que quiero, corazón cobarde, es que mueras por mí. Y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata porque amores que matan nunca mueren. Yo no quiero juntar para mañana: no me pidas llegar a fin de mes. Yo no quiero comerme una manzana dos veces por semana sin ganas de comer. Yo no quiero calor de invernadero, yo no quiero besar tu cicatriz, yo no quiero París con aguacero ni Venecia sin ti. No me esperes a las doce en el juzgado, no me digas «Volvamos a empezar», yo no quiero ni libre ni ocupado, ni carne ni pecado, ni orgullo ni piedad. Yo no quiero saber por qué lo hiciste, yo no quiero contigo ni sin ti. Lo que quiero, muchacha de ojos tristes, es que mueras por mí. Y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata porque amores que matan nunca mueren.

Por eso, no escojas sólo una parte, tómame como me doy: entero y tal como soy. No vayas a equivocarte. Soy sinceramente tuyo, pero no quiero, mi amor, ir por tu vida de visita, vestido para la ocasión. Preferiría, con el tiempo, reconocerme sin rubor. Cuéntale a tu corazón que existe siempre una razón escondida en cada gesto. Del derecho y del revés, uno sólo es lo que es y anda siempre con lo puesto. Nunca es triste la verdad: lo que no tiene es remedio. Y no es prudente ir camuflado eternamente por ahí, ni por estar junto a ti, ni para ir a ningún lado. No me pidas que no piense en voz alta por mi bien, ni que me suba a un taburete (si quieres, probaré a crecer). Es insufrible ver que lloras y yo no tengo nada que hacer. Del derecho y del revés, uno sólo es lo que es. Y la verdad nunca es triste, pero lo que no tiene es remedio.

(Versiones superpuestas, prosificadas y sólo levemente adaptadas de «Contigo» de Sabina y «Sinceramente tuyo» de Sabina» de Serrat, en una tarde ante el ordenador y con Dos pájaros de un tiro de fondo. Qué grandes son, madre mía, qué grandes.)

 

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