Diario de un turista #8

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Ser turista es una forma de perderse, de ignorar lo de dentro y lo de fuera, de limitarse a seguir estando, casi siempre en posición horizontal, con la vista entornada por el sol. Ajenos a todo, no sabíamos lo que pasaba en España. Ni siquiera podíamos imaginar que un grupo de mangantes peligrosos plantaban kilos a su cobardía en forma de bomba en nuestra ciudad. Con el desfase horario, mientras nosotros paladeábamos la cena, una explosión despertaba a familias que salían vivas de milagro. Es inevitable preguntarse el porqué, pero la mejor respuesta que puede darse es no hacerse la pregunta, por inútil. No puede haber un porqué. En un desliz de la metafísica, de las leyes de la física y de la ética, hay una consecuencia sin un efecto. Por lo menos, la consecuencia es inmensamente desproporcionada con una posible causa, desvaída por la palabrería convertida en metralla. Por el mismo precio, en esa sintonía única que es Internet, nos enteramos a la vez del atentado en Mallorca. Dos vidas más. Dos vidas menos.

Mientras estamos ajenos, no podemos permanecer inmunes. Somos turistas –y a mucha honra–, pero no hemos podido dejar de ser personas. Hoy hemos visto anochecer en un contraste de belleza y tristeza, de emoción y conmoción. Con ganas de que algún día veamos sólo horizontes, huellas de libertad.

3 comentarios en “Diario de un turista #8”

  1. como han llovido ríos de tinta sobre el tema y las "huellas de libertad" ponen un acertado colofón, diré..

    ¡lo que ha dado de sí el puente y el horizonte!

    por otro lado una imagen chulísima, los elementos se pueden palpar.

    cada día me gusta más la fotografía.

  2. A veces está muy bien estar alejado de todo lo horrible que pasa. Cuando estuve en Barú, Colombia fue un placer no enterarme de absolutamente NADA. Siempre hay tiempo para volver a la cruda, tremenda realidad. Disfruta. Besotes, M.

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