Iguales

URB 047

Vaya por delante una cosa: las mujeres, desgraciadamente, lo tienen pero que muy chungo: son víctimas preferentes de la violencia doméstica; sufren como nadie en el acceso a puestos de trabajo dignos (en esto, soy firmemente partidario de los puestos públicos por oposición, en el que nos dan ciento y raya) a los hombres; todavía son las principales sustentadoras de las labores de la casa, en el que se llevan la mayor parte, además de la peor. (cuando no la única) En este mundo alborozado por los derechos y las libertades, las mujeres todavía tienen que partirse el cobre para defender lo suyo en un «mundo de hombres». En una sociedad que tiende a buscar la equidad y la justicia, existen, afortunadamente, pasos para enmendar ese desnivel entre hombres y mujeres. Y todos los pasos que se den en favor de esa igualdad me parecen pocos.

En esta, sin embargo, una sociedad tramposa, llena de engaños y verdades a medias. Buscar la igualdad es buscar eso mismo: la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. En esa búsqueda tienen que ir de la mano las mujeres y los hombres y, a su lado, las instituciones y las leyes. No obstante, es tramposo buscar la igualdad en lo que necesitan las mujeres (casi todo) y campar con la propagación de las desigualdades en los asuntos que convienen, a los mujeres por escasos que sean. Las mujeres, que desean la igualdad en cualquier tipo de asunto laboral o doméstico, tienen el privilegio, amparado por la legislación y la administración, de ser las principales beneficiarias en los casos de separaciones y divorcios. Las mujeres,  que buscan la paridad, hacen de los hogares separados hogares impares, en los que se priva a los padres y  –lo que es mucho más importante– a los hijos de los derechos que tienen de tener un padre y una madre a partes iguales. Si antes de una separación o de un divorcio no se cuestiona esa paridad, es francamente contradictorio que después de suceder una ruptura no sólo se parta (y reparta) un acuerdo matrimonial, sino que en esa partición el pastel quede distribuido en partes muy desiguales, sin quererlo ni beberlo la parte afectada. Los hombres, en este caso, están tan indefensos ante los tribunales y las instituciones como lo están las mujeres en otros muchos casos. Sin embargo, fuera de intentar la equiparación, son las propias mujeres las que pisan con fuerza y desean y fomentan la imparidad.

En este contexto, es curiosa y loable la iniciativa del Ministerio de Educación y que recoge la normativa de la Junta de Castilla y León para que, en los casos de separación o divorcio, el ex-cónyuge que no tiene la guardia y custodia de los hijos (insisto: normal e injustamente el padre) tenga el derecho de ser informado de los progresos y la evolución de sus hijos en el colegio o el instituto. Hay que tener en cuenta que muchas rupturas no son afables y que la comunicación con su antigua pareja no es (ni tiene la obligación de ser) fluida. En un mundo jurídico en el que la custodia compartida está muy lejos de ser la norma general, la administración educativa se preocupa, por una vez, de que el niño esté amparado por las dos partes.

Lo (sumamente) curioso de esta situación es la reticencia de algunos centros a aceptar de forma serena, normal y regulada dicha normativa. Algunos abogan por silenciarla por ser algo parecido a una piedra en el zapato. Las posturas entre muchos miembros del estamento docente pasan de la posición histriónica de algunos negando que los centros tengan la actitud positiva de informar a los padres de que tienen tal derecho hasta la cerrazón retrógada de otros negándose a mantener entrevistas separadas con padre y madre por separado, alegando que se les dobla el trabajo. Amparados en la sobriedad y mesura, nosotros nos preguntamos los casos en los que a los atareados profesore (recuerden los lectores que el que esto escribe pertenece a tan noble gremio) puede surgirnos ese trabajo doble al cabo de un año.

Lo curioso es que lo carca no procede sólo de la fila de las mujeres, sino que en esto la paridad sí es absoluta, dado que los negacionistas proceden de forma inequívoca desde ambos sexos. Y yo me pregunto: ¿es tan absurdo abogar por una decisión adecuada a los tiempos, en la que todos pongamos un poco de nuestro trabajo y de nuestra voluntad para superar las situaciones de desigualdad? Es curioso comprobar que hay personas en las que entre sus babas borbotean constantemente defensas de la progresía y sus actos, en cambio, demuestran tintes totalitarios y reaccionarios.

Insisto (y acabo): ¿no sería deseable ir construyendo los puentes para una sociedad auténticamente par, justa, igual entre hombres y mujeres? Cada uno de nosotros, con sus decisiones y con sus palabras, tiene la llave que abre la puerta con la que empezamos el camino.

6 comentarios en “Iguales”

  1. Solo hay que ver los problemas que tiene esa madre valenciana encarcelada en los USA. ¿Quién sufre? Todos pero especialmente la niña. Las relaciones humanas deberían ser más, como decirlo, "normales y naturales" si se puede y un hijo TIENE derecho a disfrutar de sus dos progenitores. Sé que lo que digo es una utopía simplista porque cada ser humano es un mundo, además, muy complejo. Besotes de nuevo, M.

  2. Ser pareja de hecho es una lucha auténtica contra toda la sociedad. Querer vivir con la persona que quieres sin tener que firmar contratos, tener un hijo sin bautizar (otro contrato) ni parafernalias varias es otra lucha social. Merche Pallarés, estoy completamente de acuerdo con usted pero separarse civilizadamente es una utopía. Se están haciendo auténticas injusticias (ilegales) contra padres y madres separados.

    El género humano llega a inventar barbaridades para acabar con sus nuevos enemigos, cuando las verdaderas víctimas de las injusticias y de su cruel egoísmo, son los propios hijos. Ahora pregunto: ¿quién protege de verdad a los menores?

  3. Hay aspectos que sigo sin comprender de este mundo de igualdad de cartón piedra, como por ejemplo el de los divorcios. Algo de acuerdo estoy con Merche, aunque es un tema muy delicado y con muchas aristas. De todos modos, la iglesia, como suele pasar, si no aprueba el divorcio no se quiere enfangar moralmente en el asunto. Se inhibe, y al final todos al juzgado. Así vamos.

    Y con el mundo docente, voy a poner mis banderas a media asta, porque es de vergüenza.

  4. Por eso yo estoy contra las bodas y toda la parafernalia que las acompaña para que a los dos años haya divorcio. Más papeleo, más dinero, más consumismo. Con lo fácil que es, hoy en dia, ser pareja de hecho y si llega la separación, como pasó en mi caso, hacerlo civilizadamente sin tanta atadura legal con estrictos cumplimientos de visitas. Yo no lo hubiese aguantado. Gracias a los dioses que, aunque separados, Fernando y yo hemos estado con nuestra hija cuando hemos querido y sobre todo cuando "ella" ha querido. Nada de esa tonteria de un fin de semana tu, otro yo. Por Ley. La única ley que tendría que prevalecer en estos casos es la humana, la natural para que, especialmente, los hijos no sufran. (Perdona me embalado igual que hago con nuestro Quijo…). Besotes, M.

  5. La jurisprudencia (más que la legislación) sobre los divorcios y las custodias de los hijos es una de las mayores injusticias que se están cometiendo en la actualidad en el estado español. Mientras no haya custodia compartida de hecho como primera norma no habrá igualdad en este aspecto entre hombres y mujeres, padres y madres. Y las consecuencias las sufren los hijos.

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