Señales

Hay señales de que los espejos desfiguraron nuestros rostros, de que nos dijeron palabras para esconder los hechos evidentes, de que las miradas al tendido cuentan con el peligro de un ojo peligroso, sesgado y acechante. Hay indicios claros de que el cielo es menos azul de lo que dicen los mapas, de que las carreteras desmenuzan el asfalto en partículas diminutas que socavan las esperanzas de un trayecto rectilíneo y uniformemente acelerado. Hay pequeñas pistas que nos dicen que de algunos laberintos no se sale indemne, ni aunque uno lleve todos los ovillos de lana, que nos insinúan que el terror permanece, también, más arriba de la hoja de la guillotina, que nos muestran la verdad puesta al sol durante tanto tiempo que se reseca en algo de textura similar a la mojama.

Hay visos de que seguimos bajo el yugo de la vigilancia exhaustiva, de que la única especie en riesgo de extinción es la única que no nos esperamos, de que alguien piensa que la única manera de perder el tiempo es comenzar siempre y cada vez desde el kilómetro cero. Hay posibilidades de que esto no sea sino una broma macabra con la que alguien se está riendo sin batir mandíbulas.

Hay señales. Con eso basta.

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