Prefiriendo, sin duda, lo segundo

Todavía no sé si es posible escribir dos entradas bajo un mismo título, una que trate sobre lo injusto que es el mundo y los grandes hijos de puta que lo habitan y otra que sea la brisa, el aire fresco por el que se mueve, a veces (tan pocas veces) el universo. No sé si se puede, por un lado, entrar en el desacuerdo radical en contra de la injusticia y, por el otro, entrar a valorar lo sublime y gozoso (y sí, puede que paradójico) que supone tener un bello trabajo encima de la mesa. Ignoro si es prudente, incluso, tratar de establecer una separación nítida entre los bajonazos que te pegan, que te han pegado y que te pegarán, sin duda, y los vaivenes de las pequeñas alegrías que, de vez en cuanto, se convierten en palabras. Quizás la metodología no aconseje tender desde el cero de los mismos rostros con el infinito de los ojos que miran más allá, siempre más allá, con la ilusión de pensar que la vida es mucho más que esto. Y puede ocurrir, también, que la ignorancia de saber ir más allá no llegue a solucionar nunca la dicotomía entre los indoctos que poseen todas sus seguridades y la serena y firme postura de llegar al término último a través del interrogante. No sería de extrañar que la vida  sea una entrada con dos variantes, dos vertientes anguladas de un tema que, por ser opuesto, es oportunamente igual. Y distinto. E inconmensurable. Todavía no sé si es acertado intentar partirse en dos, pero a veces es justo y necesario para demostrar que, tras los vericuetos de la injusticia, de los malos modos, de la mala baba y el rencor acumulado, quizás el tesoro más preciado sea desviar la mirada. Llegar a lo profundo. Lo que todavía nadie ha conseguido es ajustar todos estos términos para escribirlos en una entrada. Se corre el peligro, puede, de acudir al verbo violento; se puede caer, si uno no lo remedia, en lo edulcorado. Pero, a lo mejor, las cosas se mueven sobre estos dos ejes, que igual son uno, que igual son opuestos. Y lo malo de intentar escribir, así, una entrada es que uno necesita decantarse. Y prefiere, sin duda, lo segundo.

(La foto es mía y el reloj, de mis padres.)

 

2 comentarios en “Prefiriendo, sin duda, lo segundo”

  1. Debería poderse. Si nada es blanco ni negro, es porque existen los grises, que no siempre son un punto medio, sino una mezcla de lo uno y lo otro.

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