Ese misterioso azar – Fragmentos #37

Elena está ante el espejo, intentado recogerse el pelo en una coleta. Lo ha ensayado tres veces recurriendo a un alarde automático e instantáneo que, hasta ahora, siempre le había dado resultado, pero el aspecto conseguido no ha sido satisfactorio. Elena no se recoge el pelo porque lo tenga sucio –siempre le ha dado cierto repelús ese argumento higiénico–, sino porque quiere encontrarse cómoda. Pese a que Elena se siente muy contenta con su pelo oscuro suelto, ya hay varias personas, desde hace semanas, que le dicen que le sienta mejor el pelo recogido. «Se te ve más la cara», decía ayer una amiga a la que se encontró en el supermercado. «Te hace más fina», le dijo una vecina en el ascensor cuando subía a casa. Elena está buscando ese toque informal y, paradójicamente, no lo consigue sino tras un meditado estudio. Se ha enfundado deliberadamente unos pantalones vaqueros más gastados de lo normal. Se ha puesto una camiseta blanca que parece una camiseta, sin más ni más, pero la ha estirado y recogido hasta darle el aspecto deseado. Antes de ir al baño, se ha mirado en el espejo de la habitación, se ha metido las manos en los bolsos delanteros del pantalón, ha estirado los brazos y se ha girado un par de veces, para ver si era una postura desenfadada o forzada.

En el fondo, Elena no es consciente de que algunos episodios recientes en su vida le han ido cambiando su manera de pensar. No son cosas importantes, pero sí van acaparando más tiempo en el día a día, en ese misterioso azar que es la vida cotidiana. Elena ha hecho un último intento: la largura de su pelo le ha permitido doblar la coleta por la mitad y recogerla bastante arriba en la cabeza. Ha estirado el cuello, fino y delicado. Ha notado que la camiseta le sienta bien sobre la piel morena. Se ha puesto unos pendientes que encierran de forma discreta una perla. Elena ha salido del baño, ha metido la cartera en el bolso y ha salido de su casa fingiendo creer que todo sigue así, igual que siempre.

(Imagen de Gilderic. Esta entrada pertenece a la serie Fragmentos para una teoría del caos.)

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