Hoy escribo porque no tengo mucho que decir. No es miedo a la página en blanco. No es una cabeza a la que no le entran ni le salen ideas. No sé muy bien cómo explicarlo, por eso mismo lo escribo. Para ver si lo entiendo.
Lucho cada día a día por alcanzar la línea del horizonte, consciente de que es imposible. Por eso, siento que los días pasan entre ilusiones y decepciones, entre esperanzas y cataclismos. Entre los resquicios de la felicidad, que la ves entre las manos y, al final, se escapa siempre entre los dedos.
Y no lo entiendo. Por eso escribo.
(Imagen de Alex.)