¿Tenemos el síndrome de Peter Pan? Ampliación de un diálogo

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Dedicaba el otro día un diálogo al síndrome de Peter Pan, pero creo que ahora necesito algo más de espacio para matizar alguna cuestión.

El síndrome de Peter Pan fue descrito en 1983 por Dan Kiley. El rasgo psicológico más acusado de los que padecen este síndrome es el de la inmadurez y la persistencia de utilizar la infancia y la juventud como ejes vitales de referencia. Negarse a envejecer lleva aparejadas varias consecuencias, como la rebeldía contra las normas y el miedo al compromiso.

Por lo que he leído y buscado, no creo que ese síndrome sea un auténtico trastorno psicológico diagnosticable, evaluable y tratable, sino que no parece sino una descripción de una determinada forma de ser. A mí, particularmente, siempre que no se caiga en exageraciones, no me parece excesivamente grave. El mundo en el que giramos los adultos es cerrado y realista en el peor sentido del término. El de los niños, en cambio, es un mundo de oportunidades, una realidad en proceso de realización. Nada es determinante, sino que todo es moldeable bajo el prisma de las ilusiones y los sueños. Otra cosa es que ese gusto por un mundo abierto nos impida desenvolvernos en el mundo de las decisiones y de las contingencias del día a día.

Un último apunte: los profesores tenemos un problema añadido. Cada curso tenemos un año más, pero convivimos con nuestros alumnos, que siempre tienen la misma edad. Y podemos ser presas fáciles del síndrome de Peter Pan cuando no nos damos cuenta de que los años pasan. Pero también somos responsables de que los sueños y las ilusiones de siempre permanezcan. En ellos. En nosotros.

(Imagen de Xava Du.)

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