Sustraendo – Pequeña divagación sobre los que restan

Todos los conocemos. Los tenemos muy cerca… y los que más fastidian son los que te encuentras en el trabajo.

Cuando se suma, los sumandos, son (somos), al menos dos. Y todo lo que obtenemos todos siempre es un número mayor que nosotros mismos. Pero ya puedes ser como seas, ya puedes pretender ser positivo, que a la mínima de cambio te encuentras a un sustraendo. Y ya puedes intentarlo todo. Con un sustraendo, dejas de ser un sumando para convertirte en minuendo sin ser arte ni parte. Y jode. Porque el sustraendo no es lo que quiere ser (cada uno que sea lo que le plazca), sino que afecta directa y seriamente a los demás. Con un sustraendo, se acabó la ganancia. Todo lo que obtenemos todos será menor de lo que teníamos. Ya es desgracia.

Es cierto: todos alguna vez hemos restado. No es disculpa, aunque –a veces– pueda ser disculpable. Pero el problema es el de los que son sustraendos no por convicción, sino diría que por devoción. ¿Que alguien dice una cosa razonable? Pues él dice la contraria. ¿Que alguien tiene una idea? Pues él la matiza, le da la vuelta y la cambia. Si el mundo fuera una ontología hegeliana de tesis y antítesis de la que se obtienen síntesis, no podríamos decir nada. Pero hay algunos seres que siempre restan y nunca aportan. Todo lo que está a su alrededor se desmorona y se destruye, pero a ellos parece que no les incumbe. Les gusta mucho más gustarse en su protesta que desagradarse cuando descubren que nunca obtienen nada positivo.

Lo malo de todo esto es que los sustraendos siempre siempre se creen los reyes del mambo… pero nunca nunca cantan canciones de amor.

(Imagen de Jenny Downing).

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