Historias de alumnos: la chica que tenía mil y una camisetas

Tuve como alumna a Noelia (he dejado de poner la inicial real de cada nombre porque empezaba a ser una empresa imposible) hace poco tiempo. Se sentaba en la primera fila, en la parte izquierda de la clase. Al ser una asignatura de segundo semestre, empezábamos en febrero y lo primero que me llamó la atención de ella es que, durante la primera clase, estuviese en manga corta. No eran días de alguno de esos «veranillos» que se disfrutan por esas fechas. Al día siguiente, con la misma climatología, comprobé que seguía fiel a la manga corta, con una camiseta distinta. Asentada y asumida la manga corta, el objeto de asombro a partir de entonces era la variedad. Nunca repetía camiseta. Teníamos clase los lunes y los martes y, pasados algunos días, viendo que Noelia persistía en el uso de prendas de manga corta siempre diferentes, no pude evitar el impulso de preguntar. Ella me contestó de manera seria el lugar de internet en el que hacía los pedidos.

Descubrí el reverso de Noelia el día que entregó la primera práctica. En algunas ocasiones, es difícil descubrir cómo es un alumno desde el punto de vista académico durante las clases. Creo que en el nivel universitario es todavía más difícil: las reacciones de seriedad o ligereza, de apuntar ideas o evadirse con una mancha en la pared no son nada significativas y una actitud, significando una cosa, puede significar la contraria. Noelia hizo una práctica maravillosa. No solamente porque estaba perfecta desde el punto de vista conceptual, sino porque los ejemplos que había escogido para fundamentarla eran maravillosos y originales y distintos a todo lo que yo había visto hasta entonces. De hecho, descubrí algunos canales de humor en YouTube gracias a ella. Con esta práctica y las sucesivas, descubrí no solo la inteligencia prodigiosa de Noelia, sino su gran sentido del humor.

Noelia siguió demostrando, entrega tras entrega, su grandísima calidad como estudiante. Remató su participación en la asignatura con una prueba final magistral, llena de fina agudeza, plagada de buenas reflexiones, completa en casi todas las dimensiones. Y, como digo, siempre destacaba en ella su manera de interpretar los textos.

De manera inevitable, siempre pienso en la capacidad de Noelia para interpretar el humor (hay que subrayar que el humor es una herramienta especialmente útil cuando hablamos de la asignatura que imparto: Pragmática del español). Cierto es, sin embargo, que, en mi relación con ella como profesor, era muy difícil atisbar esa manera graciosa y ácida de contemplar la vida. Es cierto que se podía entrever una sonrisa maliciosa en algunas ocasiones. Puedo estar equivocado de parte a parte, pero me da la impresión de que Noelia no solo utilizaba el humor como escudo, sino como manera de enfrentarse al mundo. Yo intentaba involucrarla en las dinámicas de clase, pero creo que no lo conseguí nunca ni un poquito. Noelia, no sé por qué, estaba a años luz de esto y de otras muchas cosas.

Esta entrada, que iba a ser eminentemente descriptiva, creo que tiene que derivar hacia la explicación y la deducción. En ocasiones, por mucho que lo intente, un tipo concreto de profesor no llega a conectar con un alumno. Creo que Noelia aprendió cosas en mi clase. Pero, en ocasiones, un profesor debe contentarse con llegar a los objetivos meramente académicos. Ni siquiera llego a saber si le caía bien o mal a Noelia. En algunas ocasiones, me daba la impresión de que le caía como el culo. Pero el trabajo como profesor ha de consistir en enseñar a los alumnos y que los alumnos aprendan, así que no siempre se pueden conseguir círculos perfectos.

En este caso, Noelia siempre adaptaba formas que no eran caprichosas. Eran todas las variantes de dibujos y textos de sus preciosas camisetas.

Esta entrada pertenece a la serie Historias de alumnos. Para salvaguardar las identidades, los nombres no son los reales y puede que se cambien algunas circunstancias contextuales, si ello es necesario para no revelar el secreto profesional. También es conveniente recordar que, como puede suponerse, las historias se cuentan aquí de una manera resumida y que, en la vida real, tuvieron muchos más matices.

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