Se acaban los cuartos, que son cuatro. Empieza la ingesta, esperada con toda la antelación que exigen trescientos y pico días de la mano, con toda la precipitación de no pensar que todo dura unos segundos.
Toda una vida por delante, lo cual es mentira, porque puede que quede la mitad. ¿Dónde viviste lo pasado? ¿Exprimiste el jugo con los sabores certeros de que los años no iban a correr nunca? Todos son los deseos de la vida, para quedarse en escobajos entre los que elegir la madurez sin pasarse, sin quedarse corto. La mirada en el retrovisor se distorsiona. La mirada por la luna del coche está mediatizada por la mierda de los pájaros, los mosquitos pulverizados, el polvo del camino. Siempre, siempre hay un ángulo más que muerto.
(Imagen de Vincent Van Dam.)