Esto de la evolución estaba muy claro: basta estar atentos a nuestra campaña electoral para comprobar nuestro parecido con los chimpancés (por ejemplo, y sin faltar). No es menos cierto que no todos los chimpancés son iguales: en el plano general, tienen sus diferencias culturales y los hay que habitan en la sabana y otros que frecuentan más la selva. En el plano de cada monito particular, algunos se han dedicado profusamente al mundo de la farándula, muy desenvueltos ellos, y se han acabado dando a la mala vida y a la ingesta desproporcionada de cerveza (como Chita, la mona de Tarzán), mientras que a otros, más intelectuales ellos, les da por ponerse a dar vueltas a la cabeza para ver cómo se pueden llevar el plátano a la boca con el menor esfuerzo posible, como el brillante Sultán de Köhler. Las campañas electorales de Estados Unidos -no hace tantos años- nos parecían una auténtica aberración, llenas de pancartas, consignas facilonas y líderes de cartón piedra. Nosotros, en España, alternamos este grandioso referente con el de otras repúblicas, más o menos bananeras. Y nos parecía que cuando en Estados Unidos empezaron a prohibir, estado tras estado, la enseñanza en escuelas e institutos de las teorías evolutivas en aras de la teoría del Diseño Inteligente, estaban llegando al extremo de los extremos de la burricie e incultura más rastrera. Pero, mira por donde, todo ha llegado: ya están en España. Y algunos, los más monos, les acabarán dando la razón a los que mezclan ciencia y creencia (y yo que creía que Ockham, monje díscolo y brillante, lo había dejado claro ya en el siglo XIV…). Pero los brutos se llevarán la razón. Y, si no, al tiempo…
Tienes toda la razón, Fran: el lío no se lo montan a todos, sino que lo hacen unos pocos desde su ignorancia. Muchos jesuitas, por ejemplo, son un claro ejemplo de personas con la mente en su sitio. Y creyentes, pero razonables.
Algo sabemos de todo esto en Burgos, que para eso tenemos Atapuerca tan cerquita. Qué manía con mezclar la ciencia -que está sometida constantemente a revisión- con las creencias religiosas de cada uno.
Con catorce años, asistí a una excelente conferencia sobre la Teoria del Big Bang. El ponente era un científico jesuita que no encontraba ningún problema en conciliar la ciencia con su fe.