No se trata de caerse del caballo. Como sabéis, Pablo de Tarso, perseguidor de los cristianos, se cuenta que Saulo se cayó del caballo en un viaje de Jerusalén a Damasco al ver (presuntamente) a Jesús resucitado. Y ahí empezó una historia diferente para el cristianismo, del que fue no sé si Pablo difusor o, incluso, inventor. Al margen de que sea una anécdota reflejada de manera recurrente en el mundo del arte, no hay ninguna referencia en el Nuevo Testamento que avale este hecho, pero se alude a la caída del caballo para mostrar ese cambio de opinión, inesperada, drástica, contundente, en el que se pasa de la oscuridad y la obcecación a la luz y la clarividencia.
En nuestro, resulta muy fácil caerse del caballo y dejarse imbuir por la revelación suprema, pero, además de poco práctico y aburrido, es algo exagerado, más fantasioso y voluntarioso que real. A poco que pasen minutos, horas, semanas o meses, volvemos al caballo para caernos otra vez. Y luego tienes que ponerte a escribir cartas a diestro y siniestro, desde los corintios a los tesalonicenses.
Por lo tanto, no es caerse del caballo de lo que se trata. De lo que se trata es de bajarse del burro. Y no tiene nada que ver con esa atractiva mentira de implorar: «¡Que paren el mundo, que yo me bajo». A no ser que nos inflemos a pastillas, nos pongamos una pistola en la sien o nos aventuremos a explotar en el suelo en caída libre, del mundo no se puede bajar. Es una pataleta algo infantil, algo más atrevida que enfadarse y no respirarse y lejana del taparse con la servilleta negando nuestra existencia, pero el mundo está ahí, nos guste o no.
Soy poco amigo de ser transportado por animales que no controlo y que están obligados a hacer ese trabajo pesaroso de manera recurrente y servil. Y, sobre todo, creo que nuestro pequeño mundo está encarrilado por esa trayectoria prefijada que ese animal podría hacer por sí solo y nos tiene a nosotros como viajeros circunstanciales. Y reconozco que es difícil decir basta, que ya está bien, pero me parece saludable y necesario bajarse del burro en los momentos que el trayecto lo requiera. Yo no sabía cómo se paraba ese burro y me parecía aparatoso y complicado bajarse del burro. Con un poco de práctica y decisión, te atreves, lo pruebas. Y repites, sin duda.
La foto está sacada en Marrakech en 2019.