Ana y el foulard – Fragmentos #8

Foulard

Ana ha salido de la consulta médica con buenas noticias. Los resultados de los análisis, al final, han sido positivos. Ana es una chica que se preocupa mucho por su salud, desde aquellos momentos en los que, de joven, se mareaba con frecuencia. De repente, su cuerpo hacía zas y se derrumbaba. Después de haber pasado una buena racha, después de estar pletórica, Ana tenía otra vez un cansancio indescriptible que ya no derrumbaba su cuerpo sino su corazón. Le ha hecho gracia ver al chico que tenía al lado, en la sala de espera. No se imaginaba que un chico un poco pintas, modernillo, le diera a Cernuda con ahínco. Parece que, al final, le ha sentado bien el cambio de aires. Su cara siempre ha sido simpática, pero parece que ahora esa sonrisa es más abierta todavía, parece que ya no rezuma un poso de amargura. Sin poder evitarlo, cuando ha salido a la calle, ha pensado que la vida es como una película. De forma inevitable, ha respirado profundamente. La vergüenza no ha podido con su impulso de alzar la cabeza, de abrir los brazos, de descolocarse el foulard que llevaba mal anudado al cuello y de soltar un profundísimo suspiro. Los nervios acumulados, las tensiones esquinadas en sus vértebras, se han desbrozado en movimientos alocados y oscilantes de caderas. Ana ha hecho pasar su canción favorita del cerebro a su aparato de música y, a zancadas cortas pero rápidas, ha llegado a la parada del autobús.

(Imagen de Sfar)

(Puedes ir leyendo la secuencia de Fragmentos para una teoría del caos de forma ordenada pinchando aquí)

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