ELLA. ¿Qué tal se te presenta la mañana?
ÉL.
ELLA. ¿Tienes que presentar, por fin, el proyecto del que me hablaste?
ÉL.
ELLA. ¿Se puede saber qué te pasa? Desde hace cuatro días te encuentro rarísimo. Te levantas con las gallinas, casi no comes. Y ya de no hablar, no digamos, que parece que llevas años en los que te ha comido la lengua un gato. Mira que siempre has sido un poco raro, pero ahora ya te pasas. ¿Te gusta dar la nota o es que te ocurre algo? Hijo, una no sabe ya lo que hacer para contentarte. Si quieres pongo un cartel con letras bien grandes, a ver si así haces un poco de caso al resto de la humanidad, que creo que los demás estamos aquí, en el mundo, para algo. Vamos, digo yo…
ÉL.
ELLA. Mira, majo, te van a dar mucho por saco. Estoy hasta aquí. Hasta el gorro, hasta la coronilla… Iba a decir una barbaridad, que parece que estás buscando sacarme de quicio.
ÉL.
ELLA. Mira, me tengo que ir ya a trabajar, que se hace tarde y no está el horno para bollos. Adiós. Procura comprar el pan, que siempre acabamos comiendo con pan de molde.
(Ella sale de casa cerrando la puerta con la fuerza justa para que se note su enfado.)
ÉL. Pero es que lo he vuelto a ver. Esta madrugada, vi algo en el cielo.
(Imagen de Gilderic.)
¡Mecachis! Me he perdido estos dos últimos posts, pero bueno, he llegado hoy. También me he quedado muy intrigada por saber que ¡¡¡vió!!! Espero que en el diálogo #9 nos desveles el misterio… Besotes y espero verte en el condumio quijotesco, M.
Muchas veces es mejor pensar en alto que intentar comunicarse con la parienta (o el pariento) . Dile a él que me llame y me cuente a mí lo que ha visto en el cielo, que me tiene intrigado.