Sexto día, séptimo día

Ya decía yo que era difícil cumplir con el propósito de una entrada diaria. Ayer fue un día de quiero y no puedo, de se me fue el santo al cielo, de sí, luego lo hago cuando el luego eran otras muchas cosas. Fui anotando cosas que ahora no veo tan convenientes y otras las tenía en algún sitio de la cabeza, pero se me han olvidado

Correr en Los Balbases

En el sexto día, corrí la San Silvestre de Los Balbases. Como creo que comenté, el año pasado estaba apuntado, pero no pude hacerla por culpa de una rotura de fibras en el cuádriceps que me las hizo pasar canutas. Este año las fibras estaban en su sitio y las ganas, intactas. Es una prueba muy dura, con cuestas muy largas que no te esperas y que, valga la redundancia, aunque en este caso la redundancia no es suficiente, se me hicieron muy cuesta arriba. Pero fue una carrera bonita, el ritmo estupendo y, además de mi hijo, coincidí allí con mis compañeros del equipo de natación: Sara y Tory, en la organización; Antuán y Marimar, corriendo. Buena gente, buena compañía. Y la antesala de la San Silvestre Cidiana del día 31. Por cierto, en Los Balbases han tenido la estupenda iniciativa de plantar un árbol por cada corredor inscrito, que ha llegado a publicarse hoy en El País.

Pelis y lecturas

La tarde la dediqué a hacer el vago, con zapeo en los inicios de la tarde y algo más de intensidad a medida que pasaban las horas. Acabé Mula, de Eastwood, que me gustó mucho. Esa sintonía entre el bueno y el malo que no es tal, porque el malo no nos lo parece en absoluto. Es más, nos parece muy bueno. En este sentido, tiene algo que me recuerda a Un mundo perfecto.

Luego estuve leyendo algo de ensayo, artículos de opinión. También alguna cosa más relacionada directamente con el trabajo. No daré la chapa comentando cada cosa. Solamente una, que me llamó la atención: un artículo en el que se contaba la vida de una comadrona en el estado de Nueva York que atendía partos a domicilio. Me di cuenta de que, si bien es cierto que algunas personas eligen esa opción por ser más «natural», en el contexto estadounidense, bajo ese falso pretexto, se esconde una atención más personalizada y un ahorro inmenso de dólares y de pruebas muy caras y, a veces, innecesarias con las que los hospitales justifican sus presupuestos.

Emojis

No recuerdo exactamente cuando saltó la noticia de que la palabra de 2019 elegida por la Fundéu era emoji. En el momento de leerlo, ya me temía lo que luego ocurrió: avalanchas de opiniones en las redes sociales. Que si no hay palabras españolas, que si fomentando una palabra que supone la eliminación del lenguaje como dios manda, que si para qué emoji si tenemos la palabra emoticono

En cuanto a por qué esta palabra y no otra, hubiese pasado con cualquiera, así que no vamos a darle más vueltas. En cuanto a eso de que poniendo una carita o dibujito ahorramos palabras, sería necesario recordar que los emojis y los emoticonos no dejan de ser, en una comunicación escrita con muchos componentes orales, el correlativo de nuestros gestos. Un emoji afianza lo que decimos, lo matiza, lo carga de expresividad. Y, en ocasiones, sí, hace que no sean necesarias las palabras. ¿Pasa algo?

Otro capítulo aparte es el de decir que emoticono es la palabra española para la extranjera emoji. Un emoticono es un conjunto de caracteres del teclado que imitan un gesto. Por ejemplo, si quiero guiñar un ojo, pulsaré el punto y coma y, seguidamente, el signo de cerrar paréntesis. Un emoji, sin embargo, es ese carácter ya desarrollado: una carita sonriente guiñando un ojo. A ver estos listos que creen que son palabras equivalentes cómo hacen una sevillana, una berenjena o una paella con emoticonos.

Música

Spotify nos hace todos los años una recopilación de la música que más escuchamos. A mí es frecuente que me salga La Casa Azul, que me encanta desde el principio, me gusta su evolución, su sonido, su ritmo. Y dejo esta canción de 2016, que lo dice todo: «Podría ser peor».

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