La belleza como pretexto

Julie Benz y Jaime Murray

La Belleza es el fondo y la forma del mundo. La Belleza como belleza y la belleza como metáfora. De muchas cosas. Del sentido de toda la existencia, quizá. Hago esta advertencia antes de empezar no vaya a ser que penséis que voy a hablar de mujeres. Cosa que, evidentemente, voy a hacer. Porque las mujeres son el fondo y la forma del mundo. Las Mujeres como mujeres y las mujeres como metáfora. Y voy a hablar de rubias y morenas. De las rubias como rubias y de las morenas como morenas. Y de las rubias y de las morenas como metáforas de mujeres rubias y morenas.

Sería un insulto no empezar con Bécquer en su rima LI, que recoge toda una tradición simbólica en torno a este asunto. A los que no conocéis o no recordáis esta rima, os pido por favor que abandonéis Verba volant y la disfrutéis despacio, para comprobar que Bécquer no era sólo un poeta ñoño que hacía unos versos muy bonitos dignos de engrosar la lista de versos muy bonitos que los adolescentes incorporaban en sus carpetas. Las mujeres simbolizaban el erotismo y la sensualidad; las rubias, la candidez y la ternura. En el cine clásico, Eva Gardner, con el feo (pero no sé si cierto) marbete de animal más bello del mundo, simbolizaba lo primero y Grace Kelly, durante mucho tiempo y hasta que se desvelaron los intríngulis de su vida privada, era testigo activo de lo segundo en el delirio del siglo del cine. Como yo siempre barro para casa, creo que también la magnífica serie Dexter supone toda una lección sobre mujeres, sobre la vida, sobre el fondo y la forma del mundo. Lástima que no pueda destripar los avatares del argumento (haría una de esas faenas morrocotudas a las que suelo llamar putadas). Pero Dexter, a lo largo de la serie, se encuentra atrapado entre dos mujeres: Rita, la rubia, es encantadora, hogareña, con problemas y complejos, magnífica en su fondo y en sus formas. Lila, la morena, es seductora, atrevida, pícara y desenfadada, desaforada en sus formas, intrigante en su fondo. Rita es una de esas mujeres a los que todos los padres del mundo desearían como nuera; Lila, una de esas de las que todo padre querría tener bien lejos de su vista. Una mansa, otra peligrosa. Las dos quieren vivir, porque de eso se trata la vida. Y las dos creen saber qué es la vida, con dos visiones opuestas, porque la vida quizá sea la suma irreconciliable de dos miradas que se alejan una de otra de punta a punta. Bécquer, el muy tonto, prefería lo que no existía, lo evanescente, lo ideal. No se quedaba ni con la rubia ni con la morena. Y es que la decisión es todo un problema (neurólogico, psicológico, moral y físico). Si me dejan elegir, me quedo con las morenas. No con las morenas como morenas, sino como metáfora de las mujeres morenas. Por eso, siempre he sido muy de Mae West, a quien se le atribuye esta frase magistral: «Las chicas buenas van al cielo. Las malas, a todas partes»

Y, me imagino, las chicas buenas y las chicas malas son una metáfora. Pero yo quiero llegar hasta el último confín de mi existencia. Y esto, para los malpensados de Verba volant, es una metáfora. Una metáfora como metáfora. Y una metáfora como metáfora de la vida y del sentido.

6 comentarios en “La belleza como pretexto”

  1. Me estoy haciendo adicta a leer las cosas que escribes, la verdad es que me resultan agradables y hacen aunque solo sea por unos instantes desconectar de la realidad en la que me encuentro. Gracias por hacer pasar buenos momentos.

  2. Lo tengo en la punta de la lengua… era como uno de esos chismes de la tabla periódica, sí, sí de los de ciencias… espera…

    Hamlet… Corde… Polonio?

    Sí creo que sí. No me sueles recordar a él demasiado a menudo, pero hoy… sí.

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