Arrogantes, ignorantes

Entro?

Nuestra especie, orgullosa de su pertenencia a la categoría de homo sapiens sapiens, ignora que muchos de sus integrantes se aproximan más a otra especie que los psicólogos sociales denominan homo arrogantis. Uno mira a su izquierda, luego a su derecha, hace un gesto displicente, sonríe levemente y piensa: «Es que soy la bomba». ¿Alguien conoce a un inepto consciente de su inoperancia? ¿Alguien conoce a un bruto que reconozca su ignorancia o que, si la adivina someramente, no se sienta inmediatamente orgulloso de su bruticie? Es este un fenómeno también conocido como el efecto Dunning-Kruger, que tiene mucha miga: si nos valoramos por encima de la media de forma constante, nunca nos daremos cuenta de nuestros errores y, por lo tanto, nunca podremos enmendarlos. Las personas más brillantes, aunque pueda parecer una paradoja, siempre han tenido la percepción en los estudios a los que han sido sometidos de que estaban por debajo de la media. Mientras, los inútiles de sus compañeros estaban totalmente convencidos de que hacían las cosas requetebién. Esto es malo para nosotros, pero también para nuestra visión de los demás: una visión distorsionada de nosotros mismos nos lleva ineludiblemente a distorsionar, hacia abajo, la percepción que tenemos de los otros, rebajándoles en su valía y en su capacidad.

Según Dunnig y Kruger, la única manera de superar este síndrome es confiar también en la opinión de los demás, en contrastarla siempre con la nuestra y en evaluar los aspectos positivos y negativos que se derivan de ella. Erigirse en el puñetero amo de las circunstancias y de las situaciones no es, de hecho, sino una manera de ser el burro que ignora su propia ignorancia. Recuerdo con cariño una expresión que mi padre empleada frecuentemente: «Cuando se es como yo, es imposible ser humilde». Nunca percibí a mi padre como alguien arrogante, porque todo radica en la sonrisa: algunos se ríen en su propia ignorancia y la explotan en la cara de los demás; otros mantienen el ceño fruncido, siempre enfadados y amargados; otros (muy pocos) miran a la vida con una sonrisa esbozada a medias. Conscientes de que todo esto es una broma demasiado seria para tomársela en serio.

(En cualquier caso, esta entrada es muy peligrosa. Pero confío plenamente en mis elevadas capacidades y estoy seguro -segurísimo- de no haber dejado ningún aspecto a medio perfilar. Cuanto más me conozco, más me gusto. ¡Vivan los espejos cóncavos -y los convexos-!)

(Imagen de Pacomi

2 comentarios en “Arrogantes, ignorantes”

  1. y si los dioses tampoco saben que hacen y si mi vida son las miradas y los opiniones de los otros y si no quiero saber nada de mí y si no quiere tener poder y controlar nada y si sienten que el mundo, de repente, es como ellos, tal como se lo imaginan, tal vez arrogante mente, pero como no necesitan hacer nada, se les complica la cosa, quizá, y la percepción de mi mismo y de su vida.

  2. Buenísima percepción que me encantaría que leyera un montón de gente, es así como dices y como cuentas sólo añado un detalle, en mi experiencia, cuanto menos inteligente es alguien, suplen esa carencia con maldada o con malicia, será un mecanismo de defensa, pero son altamente peligrosos. ;P

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