Chipirón negro se viste de rojo

Montannarusa

El momento ha llegado, amigos de Verba volant, paseantes asiduos y discontinuos por este mazacote de palabras que a veces se aglutina y a veces se desguaza y, muy frecuentemente, se fragmenta y engorda al mismo tiempo en un son de acordes y desacuerdos con uno mismo y con los demás. No hablaré de septiembre. No hablaré de la vuelta de las vacaciones. No hablaré de síndromes, ni síndones, ni síncopas. Chipirón negro ha vuelto. Llevaba muchas veces sin aparecer por este blog, pero también muchas entradas sin aparecer por mi correo electrónico. Hace unos poquitos días, recibí un mensaje de lo más romántico: «Hola, Garbanzo negro. No sé de dónde procede tu fuente de inspiración, pero en el momento en el que te dejo solo un rato, parece que las musas se han escondido en los recovecos de la ramplonería. ¿Te prohíbes a ti mismo pensar en vacaciones? ¿Estás alicaido? ¿Un período de crisis creativa, quizás? ¿Dónde está todo aquello que justificaba que algunos visitásemos tu blog con la esperanza de encontrar para econtrarte y para encontrarnos?» Joder, según ella, sólo se salvan los blogólogos interiores (no es la única que lo piensa) y alguna foto… y poco más. «Eso sí, con tus autorretratos me parto de risa. Sólo imaginarme a un chinado con la cámara vuelta hacia sí mismo y chas, chas, chas me ha hecho curvar la boca en forma de sonrisa. Hay que tener mucho tiempo libre para coger una pelota de tenis y chas chas, una bolsa de naranjas y chas chas…» Es el momento de reconocer que todavía me falta una serie de fotos con una botella de agua y otras chuminadas más.

Pero en los últimos mensajes le ha dado por dos obsesiones. La primera, las montañas rusas. «¿Qué es tu vida? ¿Una balsa en un pantano, el agua en calma, a dos palmos de la orilla? ¿Un abismo sin fondo? Mira, Garbanzo. La vida es una montaña rusa. Subidas y bajadas. Pero con una diferencia: en la montaña rusa, las bajadas son bruscas, pero esperadas. Y te montas porque te da la gana. En la vida, te pagan el billete. Si te bajas en marcha, te pegas el morrazo padre. Y las bajadas llegan sin subidas previas. Y la suerte es más que no caer: la suerte es que el ajetreo no le haga a tu estómago bailar más de lo preciso. Si llega ese momento, no te queda otra: vomitar. Eso sí: cuidado con salpicar, que los ácidos se limpian fatal.»

Y la segunda, los cuentos. Ella cuenta que un día estaba oyendo en la playa a una madre que le contaba a su hijo el cuento de Garbancito. La madre decía con voz aflautada «A Garbancito no piséis…». Y ha decidido convertirme en un héroe de cuento. Pequeño pero insistente, insignificante pero egregio: «Garban(cito), eres el héroe de todos los fracasos y el paladín de las palabras perdidas. Es hora de que te des cuenta, de que lo afrontes, de que lo asumas. Anota cada momento en el que tu vida se ha ido al traste, cada detalle que has convertido en herida, cada desliz que te ha hecho desear  que no has nacido. Y dale la vuelta. Conviértelo en tu fuerza, en tu cabina de la montaña rusa. Agárrate bien, y disfruta».

Sólo queda otra de cuentos. Como veis por el título de la entrada, «Chipirón negro se viste de rojo». Y también tiene que ver con otro cuento, según me cuenta: «Tú, que eres tan listo, sabrás que Caperucita roja se llama Le petit Chaperon Rouge en francés. Chaperon. Chipirón. Hoy he decidido liarme la capa a la cabeza y cambiar las motas negras de mis ojos por el rojo del vestido de fiesta. Lo hago por ti, Garban(cito). La fiesta, son tus 250 entradas y tu año largo de existencia [en efecto, mi primera entrada, todavía en Blogger, es de mediados de agosto de 2007]. Recuérdalo. El rojo es un vestido de gala. Pero Caperucita es una chica rebelde contra las normas de la vida. Y piensa quién es el malo en todos los cuentos. Sólo te doy una pista: el lobo no es el malo. Pero lo demás, lo tendrás que descubrir tú. Tú, que eres tan listo… apunta, apunta.»

Y, en esta ocasión, no entiendo nada de lo que me dice. Pero yo apunto. Ya estoy en plena feria. ¿Alguien me paga otro viaje?

(La imagen es de infelix)

6 comentarios en “Chipirón negro se viste de rojo”

  1. Varias cosas:

    Manza, lo de las compañías es relativo. Si te pongo el contexto, ella explicaba el cuento de Caperucita con una interpretación muy graciosa y pintoresca de Bruno Bettelheim. Pero las entradas no pueden ser tan largas…

    Ya veo que las capas pueden tener muchos usos, Bipo y Mafaldia. Y la montaña rusa tiene sus inconvenientes y peligros, como la vida.

    Merche, yo no sé si es Bipo, pero, por lo que ella y yo hemos hablado, no lo sé porque ella me ha hablado de ella como una persona ajena y Bipo, por lo que la conozco, es una tía de fiar de pies a cabeza, de esas con las que te irías al fin del mundo (y, encima, te cuenta cuentos maravillosos). Te aseguro y lo aseguro a los demás otra vez, una vez más, y todas las que haga falta: Chipirón existe, es de carne y hueso. Y es muy especial.

  2. Jope con el garbanzo complicado, es verdad que tiene forma de cerebro… en fin, pensar en la montaña rusa me revuelve el estómago, la capa para recoger los efectos del mareo…

  3. Es un viaje trepidante y peligroso.

    La capa no me gusta, con el viento puede quedarse atrapada entre los ejes de la montaña rusa. Chipirón puede quedar troceada y a ti salpicarte su tinta negra, con lo que sí serías definitivamente un garbanzo negro….

  4. Hola. Pues la verdad es que no me atrevo a pagarte un viaje de esas características. Lo importante de los viajes es disfrutarlos en buena compañía, y no parece ser el caso. Bueno. Un saludo. Manzacosas

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