Tres cosas

Isla desierta

Me gustan todas las ficciones -libros, películas, series de televisión- que giran en torno a los naufragios y las islas desiertas. Creo que en todas ellas hay profundísimas reflexiones sobre la supervivencia y  la soledad, la autosuperación y la reflexión sobre nuestra existencia. Me gusta concebirlas como grandes metáforas del destino de los seres humanos, con todas nuestras miserias y nuestras grandezas encerradas en un entorno natural y unos cuantos metros cuadrados rodeados por el agua del mar. Parece que la llegada a la isla es el primer momento de una vida dentro de la vida y la salida futurible el momento de redención y salvación. La isla desierta es símbolo, a partes iguales, de nuestros deseos paradisíacos de soledad en contacto con la naturaleza bella y de nuestros miedos cegadores a esa misma soledad con sus privaciones. Todo lo malo y lo bueno del estado salvaje.

La pregunta «¿Qué tres cosas te llevarías a una isla desierta?» es ya un clásico trillado en el género de la entrevista periodística y en las conversaciones relajadas cuando están a punto de ponerse hondas. Cuando me han hecho esa pregunta, no he sabido muy bien qué responder. Admiro y envidio a todos aquellos que dan una respuesta atinada e ingeniosa que les salvaría de todos los males y penurias en sus años de obligada reclusión. Ahora mismo me lo pregunto a mí mismo y vuelvo a no dar con ninguna respuesta que no sea excesivamente chorra.

Reconozco, sin embargo, que se me da muy bien la formulación de la pregunta opuesta: «¿Qué tres cosas no te llevarías a una isla desierta?». Digo la formulación, no su respuesta, que seguramente sería igual de tontorrona e infantiloide. A estas alturas de la película de nuestras vidas de naufragios, sé que mis deseos poco iban a solucionar la realidad de las cosas. La isla desierta es una imposición y no un abanico de oportunidades. Cuando me hacen la pregunta o yo formulo la contraria, vienen a mi mente nombres concretos de personas. Y cada vez me llevaría menos personas a la isla (aunque cada vez pienso que algunas de ellas se merecerían permanecer allí, por sí solas y sufriendo con su soledad).

Llevo ya muchísimos meses viviendo en una isla desierta. Entre momentos difíciles, momentos de angustia y días y días en los que no sabría si aguantaría más inclemencias del tiempo, sigo vivo, pese a quien le pese. Y me he ido sumergiendo en los divertidos momentos de divagación vital que supone entretenerse con las cosas pequeñas del día a día. He desarrollado mis pequeñas manías, mis pequeños trucos de supervivencia, mis pequeños rituales del día a día. He caído mil veces y me he levantado otras mil. 

Permeneciendo en esta isla vital, he ido rellenando este cuaderno de bitácora. Unas veces, mis entradas han ido penetrando en el diálogo del que manda un mensaje en una botella. Otras veces, mi discurso se ha ido viciando con una permanente y obsesiva divagación, entreteniéndome en el hilo de los discursos y no intentando salir en su resolución.

Y ahora me pregunto y os pregunto: «¿Qué tres cosas no te llevarías a una isla desierta?», sabiendo que en la respuesta nunca está la salvación.

(Imagen de Cloning Girl)

9 comentarios en “Tres cosas”

  1. En principio no me llevaría nada. Ya se improvisaría.

    No obstante, si tengo que elegir, unos buenos paneles solares para enchufar el portátil, XD.

  2. Buenas noches, Raúl Urbina:

    ¡Vaya preguntas!. Pero, ¿por qué te complicas la vida?. ¿Es que van a deshelarse los Polos mañana?. ¡Pues entonces!.

    Somos de secano. Mesetarios.

    Yo me guardaré muy mucho de ir. No iría por nada del mundo.

    ¡Y con la cantidad de películas maravillosas que hay, vaya que se te ocurre cada idea!.

    Cuatro días mirando para ver la entrada que ponías, y ¡sales con éstas!. Pensaba ponerte una canción, ¡pero ni canción, ni nada!.

    Saludos.

  3. A una isla desierta no me llevaría trabajo atrasado. Tampoco me haría cargo de las deudas y me olvidaría del reloj. Tres cosas.

    Leí a los 10 años Robinson Crusoe y me marcó: una isla desierta es como la vida, la puedes convertir en un infierno o en un paraíso; no todo lo decide uno mismo, pero uno sí es dueño de la actitud que tome: se puede luchar por sobrevivir o se puede abandonar desde el principio y la isla sigue siendo la misma.

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