Retruécano. Vida

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De «Haz y envés», la entrada ha pasado a titularse como se titula. Más que nada, porque el fin justifica los medios, pero también justifica los principios. Darle la vuelta a las cosas supone ponerlas al revés. O poner a los opuestos tan juntos como para que las pescadillas se muerdan la cola y se conviertan en lo que mi madre llamaba cariocas, pero no a ritmo de samba. Darle a la vuelta a las cosas significa ponerlas en tela de juicio, en satén de juzgado con toga y corbata. También significa saltar con los significados al compás de la paradoja, que es la manera más adecuada para entender a la vida por dentro. Entenderla por fuera es no entenderla. Ni verla, ni olerla. El calor se acompaña hoy de frío, o el sol se disfraza al sotavento de un viento gélido de lo más jodido. Eso es poner las cosas, la climatología, patas arriba. Es como ir a un espectáculo de teatro para pagarlo y para no verlo. Es como llamar sin ser llamado. Ver sin ser visto. Escuchar sin ser escuchado. O las tres viceversas a una, dirigidas por Zubin Metha en las Termas de Caracalla. Hoy las páginas de los libros se han vuelto árabes y el inicio de las historias ha sido su final. La realidad se ha convertido en lo que tenía que ser (ficción). Y la ficción en la verdad más grande de todas las mentiras. Las contradicciones afirman sin que aparezcan dos veces. Ya no existen Digos porque los Diegos se han multiplicado a ritmos malthusianos y con proporciones siderales. Un astronauta ha salido volando y se ha dado la vuelta para permanecer igual. Iba buscando la tortilla: vuelta y vuelta. Sin quedar revuelta. La entrada de hoy no tiene ni pies ni cabeza, porque no tampoco hay que buscárselos al gato y se le buscan. Manías de la gente, que es muy de buscar y asustarse con lo que encuentra. Hoy el viento ha cambiado las orientaciones de la bandera. Tenía que haber cambiado sus colores, pero no se ha dejado, la muy nacionalista. Me gustaría dar la chapa a ritmo de refrán cambiante. Pero no tengo un lado sano de la cabeza. A mí me gustaría un día levantarme de la cama y asomarme a unas franjas verticales azules, rojas y blancas. Y cantar sin que me corten la cabeza. A mí gustaría un día levantarme sin la opresión de un puñal en el pecho y otro en la espalda. Tendría un sueño más conciliador para soñar con diablitos que mezcan mis pesadillas. Empezaré una película por el final y retrocederé a mis orígenes. Indagaré. Pensaré. Para no llegar a nada.

(Imagen levemente modificada de la fotografía de Visentico / Sento)

2 comentarios en “Retruécano. Vida”

  1. Tu mal es el del niño pijo (con todo mi cariño te lo digo) preguntale a un chabolista de Rio por tus (nuestras) – las de esta sociedad- dudas… verás como se descojona.

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