Sé que detrás de todas las revueltas y jornadas de protesta en Francia hay un caldo de cultivo que, además del hueso de jamón de las reformas del gobierno del gobierno de Sarkozy, también hay un poco de cebolla de inconformismo en general, unas zanahorias de violencia soterrada y radical que tiene que salir por algún lado, unas ramas de perejil de nostalgia inveterada de mayo del 68 y todo ello bañado en el agua revolucionaria con ganas de no aceptar lo inaceptable y, de paso, con ansias de que ruede alguna cabeza. En definitiva, soy plenamente consciente de que los análisis políticos no pueden ni deben ser superficiales, aunque haya ocasiones en que esa impresión vista de través tenga también más enjundia que algunos análisis de sesudos tertulianos profesionales.
En fin, que me dan envidia los franceses. Están montando un pollo cojonudo para que no les retrasen la jubilación hasta los 62 años, cuando nosotros no peleamos por jubilarnos ¡cinco años más tarde que ellos! Me da la impresión de que los españoles somos muy poco combativos y, a nada que la cosa se tuerce, ponemos el culo en pompa para recibir todo lo que se tercie, sea recto o torcido. Siento decirlo, pero la macroeconomía me importa un bledo. Sólo sé que, hablando de circunstancias profesionales, he luchado mucho por tener una cualificación elevada en mis estudios. Y esto me ha servido para que, a mis cuarenta y cuatro años, tenga un sueldo de miseria. Cobro doscientos euros menos de lo que hubiese cobrado el año pasado y eso adelgaza tanto mi nómina que da auténtico miedo ver el extracto de mi cuenta a nada que pasan seis días de haber cobrado. Si yo vivo así, con unas circunstancias difíciles que se agravan aún más con otras cuestiones personales que también darían mucho que hablar respecto a la auténtica justicia y la igualdad que tanto se pregona para otras cosas, no quiero ni pensar lo que puede ocurrir en otros sectores muchísimo más desfavorecidos. Y creo que no es demagógico afirmar que la crisis la pagamos más unos que otros; que es muy fácil tomar medidas sobre las jubilaciones y las pensiones en un sector como el de los políticos, que las tienen blindadas con muy poquitos años de trabajo.
En nuestro querido país, nos conformamos con ladrar un poco, montar una jornada de huelga que no se creía nadie y que parecía una bufonada y luego… nada de nada. ¿Qué queréis que os diga? Me quedo con Francia y sus barricadas.
(La foto que encabeza la entrada es de la agencia Reuters y está secada de El País.)
Nene, tu, tus congéneres y los más jóvenes sois los que ¡tendríais que reaccionar! No basta escribir sobre ello, hay que ACTUAR o ¿quereis que salgamos los sesentañeros/setentañeros/ochentañeros a protestar? Como lo hicimos (bueno, más bien hicieron) cuando los de mi quinta corrían delante de los grises, hicieron la revolución hippy, el Mayo '68 (no 88 como has escrito…). La antorcha se ha pasado a vosotros, querido. Mira como en Francia salen los jóvenes para proteger los derechos adquiridos por sus padres. Eso es solidaridad, es revolución, es civismo y saber que el PODER está en manos de LOS CIUDADANOS. Besotes, M.
Nosotros la montamos yendo de procesión con el tradicional estandarte