
Comienzo por una confesión: hasta hace poco más de una semana, no había visto entera la película Memorias de África (Out of Africa, Sydney Pollack, 1985). Además, no he leído la novela de Isak Dinesen en la que se inspira la película. Había hecho algún intento poco convencido y siempre me había preguntado hacia dónde llevaría la frase inicial del libro y su sentido: «Yo tenía una granja en África…».
Y ahí estaba Karen Blixen/Meryl Streep y Denys Finch-Hatton/Robert Redford, esperándome en un canal de cine durante un desvelo nocturno.
Pero de lo que quiero hablar hoy no es de la película en sí, sino de algo que se dice durante un diálogo y cuyo origen desconocía. Se trata de la expresión legendaria «Aquí hay dragones» (Hic sunt dracones). Es una expresión que aparece en un documento cartográfico de principios del siglo XVI. Al parecer, los cartógrafos la usaban para marcar regiones que no habían sido exploradas o eran consideradas lugares llenos de misterios y peligros. Y los mapas se ilustraban con criaturas fantásticas para advertir de esos peligros.
Buceando un poco más, me he enterado de que, antes de los dragones, en la época romana y medieval se empleaba la expresión «Aquí hay leones» (Hic sunt leones). El sentido es el mismo, pero el avance me parece importante.
En el mundo en el que los leones no están presentes en nuestras vidas, estos pueden simbolizar la tierra de los peligros. Cuando los leones se han hecho más conocidos, hay que acudir a otros seres, ya mucho más extraños (pienso en el dragón de Komodo, que pudo dar origen a que Hunt-Lenox pusiese la frase ubicada en el sudeste asiático) o, simplemente, fruto de nuestra imaginación y, por lo tanto, infinitamente más peligrosos.
En la película, los leones son un peligro real. Y, por más que Denys sea un cazador experto y quiera aleccionar a Karen, ella se encarga perfectamente de salir por sí misma del peligro.
Desde luego, lo que más atrae del «Aquí hay dragones» (o «leones», tanto da) es su sentido metafórico, ese encontrarse en los márgenes de lo conocido. Porque lo ignoto e inexplorado, ya se sabe, es siempre concebido, con toda la razón, como peligroso. La expresión no es una constatación, sino también una advertencia para saber que nuestro devenir en el mundo no es que sea imposible de explorar, sino peligroso si uno quiere conocer y disfrutar de todos sus límites y sobrepasarlos.

Y todo esto acabaría aquí y ya quedaría ilustrativo, anecdótico y bonito, pero he querido avanzar algo más allá.
En otro momento de desvelo, he escuchado «Heroes», de David Bowie. Y, como suele ocurrir, hay muchas canciones icónicas y emblemáticas de las que uno desconoce el significado. Y resulta que la canción narra el amor en tiempos de adversidad, la esperanza en medio de las situaciones más difíciles. Mientras unos caminan por el filo de la navaja, otros —amantes— están separados por un muro: el de Berlín. Sueñan con ser héroes, aunque solo sea por un día, y con vivir momentos extraordinarios.
Y eso: que aquí hay leones y, un poco más allá, dragones. Y, un poquito más allá, en la ilusión y el anhelo, está el amor y la esperanza. Y, en cuanto te descuidas, de pronto te encuentras en una noche cualquiera y sueñas que vuelas por la sabana africana. Los muros, a veces, pueden caerse. O los derrumbas. A veces, por disparatado que parezca, uno deba decidir tener una granja en África.