Casas #3 – San Agustín – 1

Dado que empecé a vivir en esta casa desde los tres meses, para mi recuerdo personal la casa de San Agustín es mi primera casa. Aquella de la guardo la primera con(s)ciencia como un hogar.

Es difícil dirimir lo que hay en nuestra memoria entre invención o recuerdo, si es que ambas cosas no forman parte del mismo tronco. También es complicado saber si todo lo que sabes lo conoces porque lo has visto (a veces, las fotografías también cuentan) o porque te lo han contado. De toda esa mezcla, surge mi iniciación en el vivir. ¿Qué puedo destacar, a bote pronto? Un largo pasillo lleno de luz. Un salón muy alejado del resto de la casa. El papel pintado de la habitación que compartíamos mi hermano y yo, que tenía imágenes de automóviles antiguos. Unas vistas esplendidas hacia el horizonte. Un terraza con un columpio diseñado por mi padre.

El edificio de la casa de San Agustín (San Agustín, número 7. Séptimo piso) tenía un taller –Taller Mecánico Suizo– al lado del portal, en cuya sala de espera aguardábamos un compañero del autobús escolar: el mismo del que escapamos un día, hartos del tedio de un abuelito que nos cuidaba un poco y nos regalaba mucho con capones. El portal tenía unos escalones maravillosos (siete, creo recordar) para todo niño que quisiese emprender la arriesgada aventura de los saltos imposibles. Dado que conservo aún los tobillos intactos, deduzco que casi siempre aterricé con éxito.

Ahora que me pongo a escribir, descubro que puedo aportar poco a un discurso coherente sobre mi casa. Si desbrozo un poco esos recuerdos, puedo adivinar la magnífica planta cuyas ramas iban avanzando por el largo pasillo (la casa, en su interior y en su exterior, estaba llena de macetas con plantas vigorosas gracias a la luz y al don especial que tenía mi madre para cuidarlas). También recuerdo un salón al que me aterraba ir solo cuando me mandaban a coger algo, más aún si era de noche. Mi mente convirtió ese salón (y especialmente su sofá, el mismo en el que pasaría luego tantos momentos de sopor y televisión en otras casas, en otros momentos de mi vida) en el enemigo: cuando quería huir de él, corría a acogerme al calor de los sillones y el sofá del cuarto de estar. Es obligatorio subrayar la presencia de los electrodomésticos, sobre todo la llegada mágica del lavavajillas (llegó primero uno alto, enorme, que desapareció al poco tiempo. Ignoro la razón). La novedad motivo que se convirtiera en mi lugar de desayuno. Allí empecé a ser fiel al Cola Cao, al que todavía guardo pleitesía (¡qué bonitas eran las cajas!).

4 comentarios en “Casas #3 – San Agustín – 1”

  1. Me gusta que estas entradas sobre las casas os hagan revivir vuestras experiencias. En el fondo, como la memoria se rescata a través de la imaginación, todos vemos reflejados nuestros sueños por encima de nuestras realidades.

    A mí me gusta escribir estas entradas, pero tengo que dosificarme porque sacar el pasado hace recordar a las personas que no están.

    ¡Gracias, Magdalena, Aldabra y Gelu!

  2. Buenos días, Raúl Urbina:

    Me gusta esta serie de entradas de las casas.
    Y la fotografía del niño bonito -en el balcón de geranios- me ha recordado una de mi hijo, que -cuando me ponga un poco al día en el blog- subiré en una entrada.

    Saludos.
    P.D.: He puesto un comentario en la que has dedicado a la casa de la Plaza de La Flora. Si no lo veo publicado, lo repetiré

  3. leyéndote se me vienen a la memoria un montón de imágenes de mi casa… y también recuerdo mis miedos (a subir al desván a buscar patatas o cualquier otra cosa)…

    creo que cuando vivimos un suceso, desde ese mismo instante en que pasa ya a formar parte de la memoria, ya se convierte en otro suceso diferente al original: una mezcla de lo vivido, de lo soñado, una mezca de emociones… es dificil saber exactamente qué hay de realidad objetiva.

    biquiños,

  4. Lo único que recuerdo de mi primera casa es una ventana con la repisa ancha, en la que jugaba con cochecitos, haciendo que chocaran. Era muy pequeña… Me gusta que compartas tus recuerdos, leyéndote disfruto y mi memoria revive.

    Un beso

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