Tenía muy abandonada mi serie «Los malos son los mejores» en Verba volant y la retomo una vez más con Dexter (podeís ver aquí otras entradas del blog sobre esta serie). A los enamorados de los serial killers, no nos ha gustado nunca reconocer en voz alta la fresca sensación que nos ofrecen los asesinos en las páginas de una novela o embobados ante una pantalla, mejor grande que pequeña. De hecho, cuando alguien empieza a ver los primeros capítulos de la primera temporada de Dexter siente una repulsión primigenia que se va convirtiendo pausada y paulatinamente en comprensión. Y no es una comprensión procedente de la fascinación por lo macabro y sanguinolento: es una comprensión que procede de la asunción de nuestro lado oscuro. En esta serie de este «malo», al que no acabamos viendo como tal, se encuentra nuestra misma historia: la génesis de nuestra personalidad, la voz de nuestra conciencia, la contemplación de nuestras emociones, de nuestros sentimientos y sus carencias. Nos gusta Dexter Morgan porque nosotros somos él, abocados a enfrentarnos a un mundo en el que tenemos que actuar, en el que vemos todo lo externo como un escenario y a nosotros mismos como un personaje que tenemos que representar. Vemos lo afectivo brotando desde fuera hacia dentro, y no a la inversa. Esto nos provoca estupefacción, quizá porque no nos atrevemos a asumir nuestras propias debilidades. Dexter es un perfeccionista que no tiene muchos de los atributos de los héroes, pero que por eso tiene también muchas de las virtudes infrahumanas. Siendo imperfecto, no querríamos identificarnos mucho con él, porque siempre parecemos demasiado feos en un espejo. Y sí, somos Dexter. Quizá el niño que no gustaría nunca a su papá. Quizá el papá que nunca seremos.
Estoy viendo la tercera temporada de Dexter casi al mismo ritmo que el de los televidentes en Estados Unidos. Y sólo me falta el capítulo final. Seguro que será una revelación y seguro que, gracias a él, me conoceré mejor a mí mismo. Al fin. De momento, dos citas que pertenecen, respectivamente, a los capítulos décimo y undécimo de la que será la última temporada:
«Espero que nos veamos otra vez. Me gustaría conocerte mejor. Pero, ¿cuánto se puede conocer realmente a una persona?, ¿cuánto se está dispuesto realmente a conocer?»
«Si el hogar se encuentra donde tienes el corazón, ¿dónde vas cuando no tienes corazón?»
Esperaré ansiosamente las pocas horas que me faltan. Amén.
No puedo opinar lo desconozco, aunque este señor me puede gustar por otras virtudes innatas.
"Cualquiera de nosotros puede ser un asesino", Blogofago dixit.
Estoy esperando porder empezar a ver la tercera temporada estas vacaciones en casa. Me imagino que nuestro asesino favorito no nos defraudará.
¡Un saludo!
Puag!!! no me gustan los malos… mi parte mala ya la controlo yo todo lo que puedo… 😀