¡Joder, que me apellido Urbina!

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Joder, que me apellido Urbina. Y no se trata de ser de letras o de ciencias, de ser del Barça o del Madrid, de ser de la Virgen de Regla o de la del Rocío. Se trata de apellidarse Urbina. Dicen que es una cuestión de prevalencias (o de quitarlas, mejor). Que si antes era de una manera, que si luego, hace una década y un poco podía llegar a ser de otra. Pero ahora llega la decisión, que es una decisión poco decidida a instalarse ahora mismo, ya que se emplaza para dentro de dos años. Apellidarse Urbina ha significado varias cosas en la vida, buenas (muchas) y malas (otras), pero siempre ha significado, ante todo, una: estar en el colegio en la clase D de cuatro posibles. Y, además, ser de los últimos de estas clases, aunque tuve años en los que se dio la extraña circunstancia de que era de los últimos, pero no tanto (ahí estaban Urién, Vargas, Yartu, Zaleski –sí, ese que salió algunas veces en las revistas del corazón, que si Paloma Lago, que si la otra–, Zamarriego y Zorzano).

Sea lo que sea, a los Urbinas, Urienes, Vargas, Yartus, Zaleskis, Zamarriegos y Zorzanos nos han jodido a base de bien. Porque, a no ser que nuestra pareja esté de acuerdo en que nuestro apellido (Urbina, Urién, etc.) sea el primero, la cosa se decidirá de forma negativa para nosotros. Las decisiones (casi todas ellas) son discutibles, sobre todo cuando no nos favorecen. Y se puede decidir que el primer apellido sea el del padre (que si machismo, que si siglos de represión: se quita. Pues vale). Se puede decidir que sea el de la madre (que si ya era hora, que si para compensar, que si yo lo he parido de mis mismitas entrañas. Se pone. Pues también). Se puede decidir ponerle el apellido del vecino de abajo o del técnico del mantenimiento del ascensor –que cobra una pasta– o de la farmecéutica, la primera que nos brindó la dicha del anís para los gases o Dalsy, el bendito Dalsy. Pero no se puede decir que decida el orden alfabético. Y no se puede porque es el orden aleatorio menos aleatorio que existe. Porque discrimina. Porque ya ocurre en las oposiciones, cuando los Arnaiz y los Urbina protestaban, unos porque les tocaba leer los primeros y el tribunal estaba demasiado fresco y resabiado, otros porque leían los últimos y el tribunal estaba resabiado y hasta los cojones.

Por eso, ciudadanos de España de la s en adelante, no podemos dejar que nos hagan esta putada. Yo no creo que tenga más hijos, a no ser que la Pataky se me ponga tontorrona. Pero tengo un hijo. Y, cuando me presente a su chorba, ya no le podré preguntar si es de buena familia, si estudia o trabaja, si es una chica seria o una lagarta. Lo único que me importará será La Pregunta: «Oye, guapa… ¿y tú cómo te apellidas?». Y mi único consuelo, ante al futurible y más que probable desacuerdo familiar, sea que ella sea descendiente de un Urién, de un Vargas, de un Yartu, de un Zaleski, de un Zamarriego o de un Zorzano (por otra parte, no me llegaría a gustar demasiado que, en vez de en una cena de Nochevieja en mi casa pareciese que tuviese a mi lado al número 32 de la clase de 7º D).

Así que, hablando de orden alfabético, propongo una chorrada todavía más grande, en la que se unen cosas tan terribles como órdenes alfabéticos, boletines oficiales del estado y oposiciones. ¿Y si, en caso de desavenencia, la prevalencia se cuenta a partir de la letra del puto sorteo de las oposiciones? (Pero, por favor, que no tenga la mala suerte, en el caso de que la Pataky se ponga calenturienta, de que todo sea como este año.)

10 comentarios en “¡Joder, que me apellido Urbina!”

  1. Si se te aparece la Pataky y no es en sueños, no le hagas ascos (y menos le enseñes el límite de velocidad que te has auto impuesto)

    ¡QUÉ SALAO EL "URBINA"!

    Que sepas que llevar la "A" tampoco es plato de gusto.

  2. Si tienes un hijo con la Pataky, Raúl, lo que menos importancia tiene es como se apellide (que hablamos de Pataky, hombre…), eso si tu nuera que sea Yañez o mejor todavía Zuzur.

  3. Buenas noches, Raúl Urbina:

    Por algún motivo no puedo enviar los comentarios en tu blog. A ver si hoy lo consigo.

    Hay noticias como ésta a la que dedicas la entrada, que una no sabe si pensar que se trata de una inocentada.

    O nos lo tomamos con humor, pero es que ya está bien de bromas. La verdad es que cada día me encuentro más inadaptada, y más sosa.

    Y sinceramente no entiendo nada. A mi edad, debiera haber aprendido que ciertos "cambios" siempre favorecen a alguien, pero es que últimamente, ni éso.

    En fin. Casi lo mejor sería que hoy tampoco pasara el escrito.

    Saludos. Gelu

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