Que ahogan más que calman

Malos días son hoy para las propias palabras, ahora que hay alguien que pregunta si la locura es algo que pasa de puntillas o aparece clavada en tu sonrisa.

Después de haber embargado las ilusiones para esconderlas en el rincón donde se almacenan las pelusas, los cables y los sueños que un día se desmenuzaron. Después de mostrar la vulnerabilidad a pecho descubierto y tras esconder los labios. Después de haber arrojado las interrogativas indirectas y las subordinadas de lugar tiempo y modo. Después de pasar la vida entera viajando en el asiento equivocado, entre la ventanilla y el pasillo. Después de que los segundos transcurrieran de taquicardia en taquicardia, tras una bombeo de sangre y otro de lodo espeso y poco maleable. Después de luchar en todas las batallas perdidas. Después de caminar para no encontrar ni para encontrarse. Después de aparecer en la fiesta vestido con andrajos y tras acudir a los hechos cotidianos demasiado encorsetado. Después de confesarme con el pretérito imperfecto de indicativo y el pretérito pluscuamperfecto. Después de borrar los trazos que esconden los bocetos de las ilusiones. Después de equivocar la forma de musitar las palabras más terribles. Después de asistir a los conciertos de la muerte apretando la mano de lo que se extingue. Después de pensar en lo poco reversible que es tu cuerpo. Después de invertir el paso por las escaleras que conducen a las ventanas de la luz y del calor. Después de nacer para morir y de no morir para vivir. Después de aprender aquellas cosas inútiles y después de ignorar todos los elementos sustanciales.

Malos días son hoy para las palabras propias, para las propias palabras, ahora que ahogan más que calman. Ahora que callan más de lo que proclaman.

(Imagen de Harald Henkel.)

7 comentarios en “Que ahogan más que calman”

  1. ¿Batallas perdidas? No lo creo, el hecho de batallar por un proposito, a pesar de perder, es una victoria en si mismo. No se consiguen o no propósitos sino que hay distintos propósitos, las consecuencias y resultados ya son otra cosa.

  2. ¿Qué podría decirte una abuela si leyese esto…? (Y que son sabías no lo dudamos ni tú ni yo). Tal vez dijera: «¡falta necisatabais una guerra, para preocuparse de lo que hay que preocuparse!.» O igual no, no lo sé.

  3. En una película oí una frase que me gusta: «Las causas perdidas son las únicas por las que vale la pena luchar». Y yo añado: ¡Claro, las otras ya están ganadas!

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