ELLA. ¿Pero qué haces ahí sentado?
ÉL. No voy a ponerme a escribir en el ordenador de pie. Es muy incómodo.
ELLA. Tiene narices la cosa. Mañana salimos a primera hora de la mañana y tengo que hacer yo todo. Que si preparar la ropa, los bañadores, las toallas, las cremas…
ÉL. Es mejor que lo organice todo una persona. Entre varios hay más probabilidad de que uno crea que el otro haya metido en la maleta una cosa y, al final, se olvide.
ELLA. ¿Pero tú te crees que soy imbécil? Estoy harta de tener que hacer siempre todo yo sola.
ÉL. Tampoco te lo he pedido. Te quejas mucho, pero creo que disfrutas llevando la batuta. Además, yo estoy buscando las rutas, me informo sobre el estado de las carreteras, del tiempo, de las reservas.
ELLA. Tú crees que la pantalla te devuelve el mundo, pero estás muy equivocado. Y, además, mañana me toca a mí conducir durante todo el trayecto, pase lo que pase. Aunque se acabe el mundo.
ÉL. Te olvidas de una cosa: yo no me voy mañana.
ELLA. ¿Cómo que no vas?
ÉL. Nadie me dijo que si quería ir. Así que toma la información, te la he dejado en papel y también te la he mandado al correo electrónico. Y yo, mientras, voy a seguir delante de la pantalla. Es la única que, en la actualidad, me hace sentirme útil en algún sitio.
(Imagen de Lali Masrriera.)
¡Qué putada tanta incomunicación (desencuentros informativos que dirian los cursis) en esta época que los medios y las técnicas para comunicarnos nos inundan (llegando a ahogarnos).!