A falta de un cubo

pozo

Nos hemos convertido en un pozo. No es un pozo sin fondo ni es un pozo seco. Es un pozo con agua suficiente y limpia, que se distingue perfectamente en las sombras desde el exterior. Se puede oír su rumor líquido lamiendo la redondez de sus bordes. Está ahí, a menos de un tiro de piedra, pero no al alcance directo de nuestras manos. Ahora solo nos falta el cubo para recogerla. Para beberla. Para limpiarnos todas las heridas que nos hicimos cuando nos pusimos en camino.

(Imagen de Daniel Prats.)

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