El miedo ha vuelto de su destierro

"Cruce de cables", por Raúl Urbina

María ha pasado una mala noche. Se despertó de forma súbita en medio de la oscura calma. Con los ojos cegados de legañas, abre el frigorífico y bebe con calma medio vaso de agua. Ese frío repentino espabila aún más a María, que se queda sentada todavía un rato en la cocina. Cuando parece más tranquila, María vuelve a la cama, se acuesta y cierra los ojos con demasiada fuerza, con una persistencia que, justamente, tiene el efecto contrario. María nota rebotar su corazón contra las sábanas y nota que su respiración, que intenta ser profunda, se acelera.

María cierra los ojos todavía con más fuerza y nota que, tras la desesperación, brota la rabia. Se incorpora, recoge las almohadas para ponerlas en la espalda y apoya la espalda contra el cabecero de la cama. Con los ojos abiertos en medio de la oscuridad, María piensa que todos los momentos de felicidad eran aparentes, que su estrategia para evadir los problemas ha fracasado. Sacar todas sus preocupaciones intentando dejarlas en una esquina conseguía tranquilizarla, pero María sabe que también ha creado un vacío irreparable. La comedia de su vida ha durado demasiado y ahora llega la realidad, que casi nunca ha sido mágica para María.

Pasan las horas y se percibe ya una luz ligera que vaticina la mañana. María sabe que el miedo ha vuelto de su destierro, quizá para no marcharse nunca más.

(La fotografía pertenece a mi galería de Flickr. Esta entrada es el fragmento número 48 de la serie Fragmentos para una teoría del caos)

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