Pues sí, voy a hablar del carril bici. Lo he hecho un poco y medio en broma en las redes sociales en estos últimos días, pero hoy he visto algo que me obliga a cagarme en las medias tintas, los olvidos y las negligencias. Así que ahí voy.
Esta mañana, al ir a trabajar a la universidad, me he encontrado con una chica tendida en el suelo, con la bicicleta a sus pies y un par de señoras que estaba llamando al 112 y ayudando con su compañía a la accidentada. Era una chica normal y corriente, una universitaria que coge habitualmente la bicicleta para desplazarse hasta su facultad. No era una persona de mal vivir que se estuviese desplazando a velocidades temerarias, ni una estrambótico que estuviese realizando vericuetos en una yincana urbana. Tampoco se trataba de una subversiva gustosa de contravenir las normas del tráfico y que trae de cabeza a peatones que se asustan de sus actos terroristas. Simplemente, se trataba de una chica normal en una bicicleta normal desplazándose en un día normal… por un carril bici que supone un atentado a la seguridad de los que circulamos por él. Si fuese mal hablado, diría que es un carril bici que, más que digno de broma, es una puta vergüenza. Pero, como soy persona comedida, solo voy a pensarlo y no decirlo.
Cuando hablas del mal estado en el que se encuentra el carril bici en nuestra ciudad, te contestan con toda una batería de sinsentidos. Cuando hablas de la (inexistente) limpieza del carril bici en Burgos te sueltan que de qué te quejas, que Burgos es una ciudad limpia. Cuando hablas de tu experiencia, en la que cada dos por tres un coche está a puntito de causar un problema serio, piensan algo perecido a «Algo habrás hecho, cabrón», «Os lo tenéis merecido, que hacéis lo que queréis, sinvergüenzas».
De hecho, hoy he visto el accidente del que hablo en esta entrada desde la acera de enfrente. Soy un delincuente irredento porque, a la altura del colegio Campolara, siempre voy por la acera y no por el carril bici. El tiempo me ha dado la razón. En ese tramo, el espacio es tan estrecho que los peatones se ven obligados a meterse por el carril destinado a bicicletas y el volumen de mierda y hojas caídas en el suelo es tan grande que no se puede circular (ni andar). El que las hojas estén en el suelo es cosa natural del otoño, claro. Así te lo hacen saber cuando te quejas. Lo curioso es que esas hojas no están presentes en otros sitios cercanos: ni en la calzada ni en sitios próximos en los que también hay árboles. Además, esta estación del año tiene otro capricho que no se puede remediar: la lluvia agrava con creces el estado del carril hasta límites insospechables. Y así permanece nuestro carril, adornado con una deslizante alfombra de hojas marchitas y mojadas.
Como decía, yo me he librado porque me niego a pasar por semejante carril, más digno de vías boscosas en sitios recónditos sin casi civilización. Me alejo de los sitios por donde circulan los coches porque ya me han atropellado dos veces sin tener yo ninguna culpa. Evito los lugares donde más peligro hay en el carril bici. A veces, son tan irresponsable como para salirme de este carril en lugares de curvas cerradas o accesos intransitables. Si se tercia, voy por la acera (¡Sí, a la cárcel conmigo! (o, mejor, prisión permanente sin posibilidad de revisión ni indulto). Para que no se abalancen sobre mí a los que les estoy poniendo los dientes largos, diré que intento no molestar nunca a los peatones: paso todo lo lejos de ellos que puedo y, si estoy más o menos próximo al viandante, intento evitar cualquier susto bajando la velocidad y, si es preciso, echando el pie a tierra. Los peatones, que han de ser los reyes indiscutibles de las ciudades, no tienen la culpa de nada y tienen todo el derecho a caminar tranquilos y sin sobresaltos.
Vayamos a la importante. Para el que no se crea cómo está el carril destinado a bicicletas del que hablo, es el que aparece en la foto que aparece en esta entrada en el momento posterior al accidente (obviamente, he mantenido el anonimato de la chica ocultando en el cuadre su rostro). Por consejo de la persona del 112 (por cierto, la ambulancia ha tardado bastante en llegar), ha permanecido sin moverse en el suelo, ya que el resbalón ha sido fuerte y se ha dado un golpe en la cabeza. Estaba cantado que estas cosas iban a ocurrir (quizás hayan ocurrido muchas otras de las que no nos hemos enterado). Y el excelentísimo ayuntamiento de Burgos sigue manteniendo el carril para bicicletas en un terrible abandono. Las hojas mojadas que han provocado el accidente de hoy no han sido fruto de un día, sino que son el resultado perseverante de un servicio a los ciudadanos muy mal cuidado.
Cuando leáis estas líneas, ya podéis ir soltando toda vuestra mala baba y toda vuestra ira contra las personas que nos desplazamos en bicicleta, pero un día vamos a tener un serio disgusto gracias a un ayuntamiento que no ejecuta bien sus obligaciones. Si la ciudad contase con infraestructuras suficientes y en condiciones para desplazarse en bicicleta, todo marcharía mejor para todos.
(Ya he hablado de bicicletas, coches y peatones en otra entrada hace tiempo. Iba a decir otras muchas cosas, pero mejor me callo).