Lo leía hace ya unos cuantos días en un titular de lo más sugerente: «Vago, a letras; empollón, a ciencias». Sea la presión familiar, sean los estereotipos, sean -esto es lo más probable- chorras en vinagre, parece que estamos abocados a las etiquetas. Dicen que yo soy de Letras. Al menos, eso pone en mi título. Yo no llego a creerme estas distinciones y creo que mi título dice una cosa, pero mi cerebro puede decir otra cosa muy distinta. Ahora bien: yo sería, según el marbete del artículo citado, sociable, simpático y abierto, pero vago, incapaz, despreocupado e indeciso. Y, por contra, no soy ni inteligente, ni serio, ni responsable, pero tampoco individualista, insociable, aburrido y materialista. Además, parece que pertenezco más al lado de las chicas (cuando os cuente en otra entrada una pequeña anécdota que me ocurrió el otro día en el concierto de Fangoria, os vais a partir), porque eso de las letras es muy femenino, mientras que los números son para las masculinas cabezas cuadradas de ciencias.
Creo que acabamos creyéndonos las cosas a base de repetirlas y repetirlas, así que yo, por mi parte, propongo varias cosas: una, realizar un ensayo clínico en plan doble ciego para comprobar si son ciertas esas afirmaciones apriorísticas; otra, dejar de mirarnos el ombligo y sacudirnos los galones con los que nosotros mismos nos condecoramos: conozco a una subnormal profunda -con perdón para todos los discapacitados mentales- que piensa que, por saber algo de números, líquidos varios y esas cosas y hacer una carrera de fondo (tardó lo que no sabe nadie para acabar una carrera «de Ciencias») se cree la bomba; pero también conozco a algún que otro engreído «de letras» que abomina de las ciencias hasta enciscarse en la palabra misma y convertirse en el adalid de la culturageneral. Como ya sabéis que yo soy alguien seriamente incapacitado para entender las cosas -y lo digo totalmente en serio-, no sé todavía muy bien qué son las Ciencias y qué son las Letras. Y llego a sospechar que -quizá- estas separaciones cada vez son más oblicuas fuera del mundo académico. Y puede que también lo sean dentro del mismo.
Casi para acabar, tampoco estaría de más que dejásemos a nuestros chicos -nuestro futuro- elegir con prudencia y cabeza, pero alejados de extrañas presiones familiares y sociales, escondidas o por esconder. Los prejuicios son doblemente malos en el caso de las familias, que quieren un proyecto de hijo más que un proyecto de persona. Me ha contado un pajarito que a un adolescente un día le dio por decir que él de mayor quería ser notario. Si hemos de ser sinceros, no puedo llegar a creerme que un jovencito quiera ser notario (millonario directamente, quizá; pero nunca un aburrido notario) si no es porque dentro de ese deseo subyace el de una familia con ideales triviales y vagamente «selectos».
En todo caso, hay casos de vagos en todas partes. Y también de tramposos. Quizás también de sinvergüenzas. Pero si auténticamente queréis saber cuál es el papel de las letras y de las ciencias, leed este artículo de Juan Cueto. Os aseguro que, pese a estar firmado en 2005, será una auténtica lección de actualidad. Para los de Letras y para los de Ciencias. Para saber, de una puta vez, que el mundo que nos toca vivir no es el que era. A ver si nos enteramos los de «Letras» y los de «Ciencias».
(Imagen de {Lucy})
Siempre generalizar es malo. Quizá lo peor es que en nuestra sociedad se ha perdido la curiosidad por aprender, como pude comprobar esta semana al estar con profesores americamos de español para extranjeros y comparar a sus alumnos con los nuestros; en EE.UU., por suerte, todavían no la han perdido. Por otro lado, la manía de muchos padres de imponer a sus hijos lo que tienen que hacer con su vida, en vez de dejarles decidir por sí mismos es el mayor freno de su aprendizaje. Por lo que me toca, sigo muy orgullosa de ser una chica "de Letras"…
¡Genial tu post y el artículo de Juan Cueto! Recuerdo que lo leí en su momento y me reí muchísimo. Yo tambien soy una estúpida de Letras… qué le vamos a hacer… Besotes, M.