Nos rasgamos… las vestiduras

Basket

 

Vaya racistas estamos hechos. El equipo olímpico español de baloncesto va y se hace una foto estirando el pellejillo para tener rasgados los ojos. Son los Juegos Olímpicos en Pekín. Es un gesto. No bueno. No malo. Simpático, sin más. Y, desde luego, sin mala intención. En Los Ángeles, algunos periódicos exigen que Gasol se disculpe (ver las perlas de este sesudo artículo aquí). «Que los españoles actúen de forma racista en la privacidad de su pequeño país», dice el tío. Todo normal en un país en el que los negros no son negros, sino afroamericanos. Todo normal si nos la cogemos constantemente con papel de fumar. También podría parecernos racista el imaginario colectivo de muchos ciudadanos de la América profunda -no todos los americanos, como suele decirse- de ponernos un traje de torero, o un sombrero mexicano. O de pasear en los impresos de demandas de trabajo todo un elenco de razas en las que nosotros no sabemos si somos europeos o hispanos… o excombatientes en Vietnam (sí, amigos, estas cosas piden en las solicitudes de acceso a la docencia en muchas de sus universidades). Me ofende que tengan a Antonio Banderas por un guapo latino y exigo que le llamen feo o, en todo caso, guapo universal. Y que los actores de por allí no se paseen, uno tras otro, con Penélope Cruz. Porque lo hacen porque tiene la piel oscurita. No como Halle Berry, pero mucho menos que las blancuras de procedencia irlandesa. Exijo que todas las cosas nos las tomemos en serio, no vaya a ser que un día nos descojonemos todos de risa. Acabaría rimando con «tía Felisa», pero creo que sería ofensivo para todas las Felisas del mundo. Un saludo para ellas. Para todos. Para todas. Para las razas del mundo mundial. Y, así, firmo la presente. Con las vestiduras rasgadas de quien no ve que rasgar un poquito los ojos es un gesto. Sólo un gesto. Y olé.

4 comentarios en “Nos rasgamos… las vestiduras”

  1. La sociedad estadounidense es ásí. Todo tiene que ser políticamente correcto, aunque en la calle suceda lo contrario. Por eso, en los colegios los profesores apenas tienen libertad para hablar de nada, porque a la mínima les pueden meter una demanda. Nos guste no no, ellos funcionan así.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.