Enseñarlo todo

cuaderno

Ayer me apetecía tomarme todo a coña. Me parecía una buena forma de dar la bienvenida a los que se acerquen por primera vez a esto de los blogs, para que no se lo tomen todo en serio. Y, desde luego, para que no me tomen en serio a mí, aunque esto de escribir un blog sea algo tan serio como para ser cachondo y tan cachondo como para ser serio. Prometo que alguna de las anécdotas que contaba eran ciertas, aunque lamento que las Red Foxes no hayan cantado todas a una el himno de la Burgosfera. Pero todo se andará, hermanos cibernéticos. Todo se andará.

Acababa la entrada de ayer cagándome en los muertos de Rafael Ansón y es de justicia que, ya que me bajaba los pantalones para tan loable tarea, justifique mi posición, ángulo y marca de papel higiénico. Decía el lumbreras -lo repito- que «En los colegios e institutos no hay un solo profesor de alimentación o nutrición, pero es mil veces más importante saber comer que conocer la historia de la Edad Media». Le voy a decir varias cosas al tiparraco ese.

Por ejemplo, le diría que es de buena educación tener las uñas moderadamente cortas y, sobre todo, limpias. Queda muy feo un dedo meñique manchado de cerumen, un índice impregnado de mucosidades al abrigo de un semáforo o un pulgar grasiendo después de haber apretado tuercas durante el turno de mañana. Todos estaremos de acuerdo en la importancia de la pulcritud en las escamas de nuestros bellos apéndices. Mucho más que los avatares de Al-Hakan II allí por no-sé-qué-siglo. Propongo, por lo tanto, un profesor de higiene ungular en todos los centros escolares.

Le diría, por ejemplo, que es de importancia supina saber atarse los cordones de los zapatos. Que, si nos ponemos en plan técnico, podemos decidir por un amplio elenco de posibilidades «atatorias». Que si en aspa, que si para pies pronadores, que si patatín o patatán. Y que hay diferentes tipos de lazadas. O que, en plan selecto y estilista, quizá no sea de buen gusto que zapatos y calcetines no vayan a juego. Es mucho más importante  esto que todo el proceso de Repoblación (antes llamado, de forma errónea, Reconquista). Propongo, por lo tanto, dos profesores, uno de habilidades de lazadas y ataduras de cordones y otro de armonización de los colores en la alternancia zapato-calcetín.

Por ejemplo, le diría que los fuegos y luces son cosa muy usada en hogares, fábricas y oficinas. Y que si estás desprevenido y no te fías de tu madre, te quemarás si pegas tu mano a la cocina vitrocerámica. O que si te dejas las luces dadas pagas un recibo de luz que te cagas. Es todo ello más reseñable que el Renacimiento Carolingio, así que echemos de las aulas a los profesores de historia y sustituyámoslos por todo un equipo de prevención de riesgos ígneo-lumínicos que nos ilumine las mentes y caliente nuestros corazones con su conocimiento.

Le diría muchas otras cosas, pero le recordaré solamente una más: es muy conveniente no tener las llaves dentro de casa cuando tú estás fuera, o que es muy pernicioso salir a la calle sin dinero (de esta manera, los chorizos no pueden robarte), o que la ropa hay que tenderla con pinzas, a ser posible. Conocimientos todos más dignos de mención que los trasuntos del Cid, héroe o mercenario, con Tizona (usaría la de verdad y no la de la exposición, imagino) dándole para el pelo a todos sus enemigos malos. Dejemos en paro a los doctos profesores de tan execrables disciplina y armonicemos un equipo docente con la tarea de  enseñar a recordar cosas y conocimientos domésticos básicos de parecida índole.

Le diría todas esas cosas. Y si este fuese un blog serio de alguien que supiese lo que es la enseñanza en sus propias carnes, le diría que no todas las cosas que hay que saber se han de enseñar en un colegio ni en un instituto. Que se aprende con el sentido común, con nuestros santos progenitores y hermanos, con los amigos, con los libros y con las revistas. Que no podemos aspirar a que los centros de enseñanza lo enseñen todo, que la enseñanza académica tiene que dar una estructura general de pensamiento, de conocimientos específicos e importantes, aunque no nos ganemos la vida nunca con ellos. Que enseñar para la vida no tiene necesariamente que ser equivalente a enseñar todas las cosas del día a día. Los alumnos sabrán lo que es una célula, un sintagma, una derivada, una fórmula o un movimiento artístico. Y eso es importante para su vida. Para no ser unos putos zoquetes. Y es cierto: no hay profesores de nutrición. Pero le diría al tiparraco que esas cosas que dice también se enseñan en los colegios en las clases de Ciencias Naturales y en charlas dentro del horario escolar.

Y una última cosa: le propongo que vaya él a los colegios a dar clase de nutrición treinta horas semanales, que les hable de las dietas disociadas y que puedan distinguir un Cariñena de un Rioja. Pero que luego se encargue de ir casa por casa y les diga a los sufridos adolescentes qué coño pasó en Europa desde que cayó el Imperio Romano hasta que los turcos tomaron Constantinopla. Y así con tadas las disciplinas que no son importantes.. A ver qué pasa.

(La imagen es de Alice Swanson)

6 comentarios en “Enseñarlo todo”

  1. Yo pensaba que iba a ser una entrada verduscona… vaya!!!, no importa, es que no saben por donde empezar con el sistema educativo y dan palos de ciego, aunque al interfecto se le cae la babilla con cualquier guarrilla…

  2. Take it easy !!!!!!!!! XD

    En eso de enseñar tu sabes mucho, Raúl, doy fe de ello. Eras el mejor y supongo lo seguirás siendo.

    Saludetes

  3. qué coño pasó con la lápida desde la implantación del Instituto CyL de la Lengua y nuestra candidatura como capital de la Cultura . Y así con ta(o)das las disciplinas que no son importantes.. A ver qué pasa

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