Suspender, aprobar, aprender

El otro día estaba yo inmerso en una conversación sobre cuestiones de enseñanza (¡hay que ver lo aburrido que somos algunos!). He de decir que intervenía de modo pasivo, asintiendo cuatro o cinco veces, poniendo cara de circunstancias o sonriendo según se esperaba, ya que uno de los participantes tendía a acaparar la charla con opiniones demasiado extremas. Decía, en resumidas cuentas, que una cantidad de suspensos elevada era más indicadora de que un número de alumnos aprendía que lo contrario. Ni que decir tiene que era un profesor que tiende a suspender mucho (ergo sus alumnos aprenden…). Yo no decía ni mu porque, en muchas conversaciones, las opiniones no valen para mucho si no hay alguien dispuesto a escuchar ideas diferentes a las suyas. Pero como este es mi sitio y digo, más o menos, lo que quiero, diré aquí lo que pienso.

Creo que no es de recibo vincular el número de suspensos o de aprobados con el conocimiento de una determinada materia. No se puede afirmar que en las asignaturas en las que hay un elevado número de suspensos los que aprueban saben, del mismo modo que no se puede afirmar que en otras asignaturas en las que aprueban todos los alumnos todos y cada uno acaban con cimientos de saber sólidos. Por extraño que pueda parecer, no creo que la ecuación saberes y número de suspensos esté tan clara. Probablemente, hay profesores con los que solo demuestras algo si pasas la criba (que suele ser tremendamente cerrada). Probablemente, también existen profesores con los que hay más alumnos que aprueban y, «sin embargo», aprueban. En el fondo, la cuestión es de ángulo y de procedimiento. El asunto radica en dónde ponemos la labor del profesor, si como mero intermediario transmisor entre el saber y los discentes, o como eje que proyecta un camino por el que el alumno va adquiriendo el conocimiento.

En cualquier caso, siempre me molestan las opiniones tajantes, esas del todo o nada. Yo nunca lo tengo tan claro. Como es evidente, he conocido profesores (como alumno y como profesor) de pelaje tan variado como para no poder saber a ciencia cierta de qué lado está la razón. Probablemente, porque la razón no le pertenece a ningún lado de forma exclusiva. Pero sí tengo una cosa bien clara: tiene mucho más mérito conseguir que tus alumnos aprendan con un número de aprobados alto que con un bajo porcentaje de éxitos. La fórmula mágica no está en el aprobar por aprobar o el suspender por  suspender, sino en tener clara toda una cadena de elementos didácticos en las que el aprobado y el suspenso no son un fin, sino solo un instrumento, de los muchos que los profesores tenemos a mano. Lo he dicho: ya me quedo tranquilo.

(Imagen de José Goulão.)

2 comentarios en “Suspender, aprobar, aprender”

  1. Querido Raúl: como sabes, a mí estas conversaciones me duran cinco minutos. En cuanto veo que la otra persona no quiere hablar, sino escucharse, me acuerdo de que dejé el puchero en el fuego o la ropa tendida y ha comenzado a llover.
    Cada vez tengo más claro que, especialmente en nuestro nivel de enseñanza, el profesor solo guía y, como mucho, muestra modelos de aproximación al conocimiento y al alumno que a este le sirven o no según su interés. El resto, es tarea de nuestros estudiantes.
    Lo malo de algunos colegas es que exigen a sus alumnos lo que no se exigen a sí mismos. Y viceversa.

  2. Buenas noches, Raúl Urbina:

    Tienes toda la razón. Lo a gusto que se queda uno/a cuando dice lo que no se quiere callar.
    Creo que en la enseñanza, como en todo en lo que intervienen muchos elementos, no hay fórmulas mágicas.

    Saludos.

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