Lara ha quedado con unos amigos para verse un rato por la tarde, antes de que lleguen los agobios de las fiestas y no quede tiempo para casi nada. Ha llegado a la casa de Miguel y de Claudia. Ha dado un beso a las niñas y se ha sentado en el borde del sofá. La tele está puesta y un canal infantil devuelve imágenes de unos dibujos animados que han robado, por unos instantes, la atención de Laura. Claudia ha cogido el mando y ha apagado la televisión, entre las protestas de las niñas y el posterior cese de embelesamiento de Laura. Miguel ha ido a la cocina y ha cogido una botella de champán del frigorífico mientras Claudia saca de la vitrina tres copas de champán. Laura coge la suya, la agarra, al principio, con las dos manos. Luego se da cuenta de que ha dejado marcas en la copa. Cuando Miguel abre la botella, está ya con la copa preparada. La espuma desborda la copa de Laura que, entre tímidamente divertida y apesadumbrada, ve que parte del líquido se ha desbordado y ha llegado a la alfombra. Una vez deshecho el entuerto, llega el momento del brindis. Claudia se pone en pie y Miguel y Laura la imitan. «Por nosotros», dice. Alzan la copa y repiten «Por nosotros». Juntan los tres las copas, casi al unísono. Laura debe un poquito y dice «Qué rico». Luego bebe otro poco, ya sentada, mientras el gas le hace cosquillas en la nariz y el gusto de la bebida le devuelve un agradable sabor seco que no inquieta. Laura, por unos breves instantes, vuelve a caer en la ensoñación. Mientras piensa en un segundo en sus cosas, Claudia le ha hecho una pregunta, que ella no sabe si contestar con un sí o con un no. Claudia se ríe y se lo vuelve a preguntar, pero Laura ha vuelto a perder el hilo. Cuando vuelve a la conversación, pasa un buen rato charlando, hablando de sus amigos. Siempre cae algún dato, alguna malicia, alguna indiscreción.
A los tres cuartos de hora, Laura ha bebido dos copas de champán que le han proporcionado un estado parcialmente eufórico, un leve dolor de estómago y, sobre tod, mucho sueño. Laura dice que se tiene que ir. Le da dos besos a las niñas, se despide de Miguel y de Claudia. En el momento en el que está bajando por el ascensor, Laura nota que se le cierran los ojos. Laura llega al coche y toma el camino hacia su casa. Por el camino, las luces navideñas que adornan las calles vuelven a distraerla, hasta que el coche de atrás pita. Laura mete primera, luego segunda y sigue el camino. Cuando llega a casa, Laura se pone el pijama. Se lava los dientes y toma un poquito de elixir bucal, que le proporciona la dosis última de limpieza que necesita para irse a la cama. Laura se mete en la cama y se duerme. Laura no sabe que, esa noche, tendrá un sueño vaporoso que desencadenará en la pesadilla.
(Esta entrada pertenece a la serie Fragmentos para una teoría del caos. Imagen de Melintoc.)