Catálogo de fotos que no existen #13

Lo primero que llama nuestra atención, al ver la imagen, es la duda: a simple vista, no puede saberse si se trata de una fotografía o de una pintura hiperrealista. El primer impulso, acostumbrado ya al asombro ante el detalle del que son capaces algunos pintores, es pensar que es la imagen de una pintura. Pero no. Un análisis más detenido me lleva a la certeza de que es una fotografía. En este caso concreto, me parece mucho más difícil reflejar el contenido por medio de una cámara de fotos que utilizando el pincel.

Una vez resuelta la duda, paso a la inquietud. ¿Cómo es posible sacar una fotografía como esta? La imagen refleja, ni más ni menos, la habitación de Las Meninas. Ahora puede entenderse la duda inicial, pues son muchas las variantes pictóricas sobre el cuadro de Velázquez; pero, en una foto, la cosa cambia. Lo que más llama la atención es la ausencia de personajes. La escena es un decorado perfecto. La curiosidad me lleva al ordenador para ver el original y contrastar que el fotógrafo, de modo deslumbrante, ha reproducido hasta el más mínimo detalle. Le ha tenido que llevar semanas ajustar el estudio con todos los detalles: puertas, espejos, ventanas, lienzo, suelo, lámpara… Incluso ha sabido reproducir, seguramente con focos magistralmente dispuestos, los ángulos de la luz sobre los objetos. Al no haber personajes, están ausentes las sombras. Me paso el día volviendo a coger la fotografía intentando jugar a ver las diferencias, pero no las encuentro. Obviamente, los contornos de los objetos son más duros, pero todo lo demás permanece exacto al cuadro original.

La ausencia de personajes es total: tampoco aparecen los reyes en el espejo, ni los cuadros superiores tienen figuras. No puedo evitar sentir desasosiego ante la materialidad total, la perfecta captación de la vida ausente. Podría parecer, en una primera visión apresurada, que el artista ha querido quitar toda figura (humana y animal) para plasmar el paso del tiempo, pero la escena permanece limpia, no está atravesada por el deseo de visión contrastiva entre el pasado y el futuro.

No obstante, creo que se me escapa algo, que la fotografía me supera y me traspasa. Por último, cuando ya creo que había agotado mis posibilidades de análisis, acabo cayendo en el último detalle, quizás el más trascendental, el que se procesa de forma inconsciente pero que se escapa a la observación. A la fotografía le falta el aire.

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