De vez en cuando, uno hace una reforma y se encuentra con la sorpresa. Es lo que ocurrió el otro día en Toledo, al descubrir una carta fechada el 29 de octubre de 1700 introducida en una viga de madera. Es la historia de Alfonso y de María. Una historia de un Alfonso que se abrasa en amores. Una historia de correspondencia, quizás en los dos sentidos del término. Una historia de una carta escondida. Lo suficiente para que no fuese manifiesta. Lo suficiente para perdurar. Un Alfonso que escribe por premura y que concluye: «siendo Dios servido, espero la respuesta.»
Y, en la incertidumbre consecuencia del amor, no saber si María respondió. Y un hoy con el mañana dilatado.
(La noticia, de la agencia EFE, apareció en El Mundo el 20 de abril de 2013. La fotografía es la que ilustra la noticia.)