Ā«Escribir dentroĀ» no significa no escribir. MĆ”s bien, supone todo lo contrario, aunque āhay que reconocerloā tiene mucho deĀ paradoja. Porque escribir dentro parece no escribir para todo el mundo menos para ti. Y porque escribir dentro es un acto muy similar al silencio. El silencio de no escribir existe porque, aunque escribes, musitas y no hablas.Ā Se puede escribir dentro por muchas razones. Escribes dentro por no decir determinadas cosas y airearlas a los cuatro vientos y esto supone un acto de contención y ācasiā una terapia y una lección. Escribes dentro porque lo necesitas, para evitar tu tendencia mĆ”s verborreicaĀ y, sobre todo, lenguaraz.
Pero, sobre todo, escribes dentro como proyecto. Miras a los horizontes que no son el horizonte y escribes. VesĀ la lĆnea del agua, titubeante, y escribes. ContemplasĀ un color con el que tu daltonismo se aturrulla y escribes. EscuchasĀ una conversación y escribes. OyesĀ ese sonido tan peculiar, entre espasmódico y contundentemente delicado, y escribes. AcariciasĀ el cĆ©sped irregular con tus manos y escribes. Adivinas lo que esconde una piel y escribes. Husmeas con ansia el aire de un agosto que estĆ” siendo frĆo y escribes. Y, todo ello, lo guardas. Lo filtras por todos los poros, lo cuelas hasta depositarlo en un cuenco y lo escribes, esta vez sĆ. Una nota suelta. Una frase. Unas palabras alineadas entre guiones. ParĆ©ntesis y corchetes. Lo depositas para que se sofrĆa entre los calores de la pasión y lo dejas macerar con especias y un poco de licor no muy conocido.
No se confundan: escribir dentro no es Ā«escribir para dentroĀ», porque eso serĆa un acto tan poco natural como dejar de respirar y es, justamente, lo contrario. Escribir dentro sirve, sobre todo, para escribir antes, durante y despuĆ©s. A la vera de nadie, a solas y sin testigo. Un lugar de paraĆsos.
Imagen de Astrid Westvang.