En contra de las respuestas rápidas

En el mundo de la docencia, siempre se tiende a premiar la respuesta rápida. Un profesor lanza una pregunta a los estudiantes y se establece una situación en la que estamos deseando que haya una respuesta lo más pronto posible. Si después de la pregunta hay unos segundos de silencio, el profesor, probablemente, intentará llenarlo con alguna «repregunta», alguna observación, alguna pista, alguna conminación. Cuando alguien levanta la mano o, simplemente, da una respuesta, todos respiramos tranquilos. No nos conformamos, obviamente, con cualquier respuesta, pero una respuesta más o menos válida nos sirve para retomar la explicación.

Aunque esta respuesta inmediata pueda ser interesante, no estimula un aspecto que considero esencial en la educación: la capacidad de pensar en un problema de manera profunda. Dada la evidencia de que profundidad e inmediatez no son en absoluto sinónimos, quizás deberíamos plantearnos, como docentes, hacer preguntas para que sean respondidas a lo largo de la clase, en la clase siguiente, la semana próxima. Y algunas solo podrán responderse a lo largo de una vida.

Puede ser interesante dedicar parte de nuestro tiempo reflexivo a pensar en problemas que se nos han planteado sin intentar quitarlos rápido de nuestra cabecita. El problema, en este caso, debe ser un reto y no una molestia. Tal y como plantea William Deresiewicz (he sacado la referencia de aquí), el primer pensamiento no tiene por qué ser el mejor. Es más, casi siempre es algo que ya se ha escuchado en otra parte y, por lo tanto, un elemento que tiende a lo convencional. Lo interesante es dejar al cerebro el tiempo suficiente para asociar, corregir y, por supuesto, encontrar los matices, los distintos ángulos de enfoque, tan necesarios en cualquier problema que se nos plantea.

Premiar la respuesta rápida es gratificar (casi) a cualquier precio. Y, ese premio inmediato conduce también a una forma de vida enfocada a objetivos a corto plazo. Tenemos que cambiar esta manera de concebir la enseñanza. Sin duda, la respuesta rápida es útil para determinadas cuestiones, pero los grandes problemas necesitan, más bien, de reflexiones profundas.

Imagen de Maritè Toledo.

 

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