Le dimos alcance a la verdad

mario_benedetti

No me gusta que los profesores hablemos de la muerte de los poetas. Parece que estamos ante la obligación de disculparnos, de mostrarnos fingidamente compungidos, de estar en la obligación serena de hacer nuestro trabajo, que es valorar a la poesía y a los poetas. De hecho, todos los días –más o menos– mueren personas más o menos trascendentales para la humanidad, por sus obras o por sus omisiones. De vez en cuando, mueren escritores, artistas, músicos. Y lo siento en lo más profundo del alma, por dos razones, todas ellas egoístas: por lo que supone el «ver morir» a alguien que ha sido un compañero de viaje por la vida; por lo que supone que nunca más va a hacer de guía de la interpretación profunda de lo que es la vida. Todos los días, de cuando en cuando, muere alguno, pero ahora se ha muerto Benedetti. Me da por el saco lo que digamos los profesores en nuestras clases, me da por el culo lo encumbrado que aparezca en los manuales de historia de la literatura, me la pela lo que digan los periódicos, siempre ditirámbicos con todas las muertes de las personas esenciales («Yo le conocí». «Qué buen tipo». «Siempre comprometido con su causa». «Perfecto en el fondo y en las formas»).

La muerte de Benedetti me ha sacado del momento extático del trabajo para refugiarme, con estas líneas, en un lloro sincero. Benedetti es uno de los pocos (que son muchos, pero no tantos). Es uno de los poetas que me decía cosas complejísimas con una sencillez apabullante. Uno de los pocos que enaltecía el verso haciéndolo fácil. Que decía lo que quería decir y lo que tú hubieses querido decir y no pudiste. Que se atrevió a convertir la tierra de los versos en terrenos fecundos y bellos. Él, que habló de la muerte, ha muerto. Y a diferencia de otros muchos, perfectamente permutables, nadie escribirá como él. Os lo aseguro.

Os dejo con un precioso poema titulado «Pasatiempo». Todo una parábola de las palabras y de nuestra vida. Y, si no, al Tiempo.

(La fotografía está sacada de la página de El País)

 

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía
luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente
una palabra
ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros
ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

7 comentarios en “Le dimos alcance a la verdad”

  1. imposible ganar sin saber perder

    imposible andar sin saber caer

    imposible acertar sin saber errar

    imposible vivir sin saber vivir

  2. Buenas noches, Raúl Urbina:

    Hoy estamos sinceramente afectados. Nos falta Mario Benedetti.

    Pero tenemos sus escritos, y sus poemas, tantas veces bálsamo.

    ¿ Por qué será ?

    …"¿por qué será que si decido

    morir nadie me cree?

    ¿por qué será que los pájaros cantan

    después de los entierros memorables?

    ¿por qué será que si beso tu beso

    me siento renovado?

    ¿por qué será que me haces tanta falta?."

    Saludos.

  3. Amigo, qué texto más emocionante. No tengo palabras, las tuyas son las justas. Ha tenido que irse Benedetti para que tu regreso fuera así de vertiginoso y vibrante, hay algo de magia en todo ello.

    El poema es bestial, por lo que dices: la palabra justa y sencilla golpeando en lo profundo. Divinamente humano.

  4. ¡qué bello poema!…

    "por lo que supone que nunca más va a hacer de guía de la interpretación profunda de lo que es la vida"… sí, es cierto, por esto es egoísta el sentimiento.

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