Vacío de contenido

Libreta. Espiral

Septiembre es el mes del comienzo de las clases en la enseñanza secundaria y la universitaria (en el caso de los nuevos grados de la UBU, ya han comenzado; para las carreras con los planes de siempre, a finales de mes). Antes de que los alumnos se sienten en sus nuevas clases, los profesores, nos encontramos con nuevos interrogantes y nuevas incertidumbres. Los tiempos han cambiado para todo y la enseñanza no puede quedarse al margen.

Hablé ya hace más de siete meses de mis ideas sobre la educación aplicada a los nuevos tiempos y a las nuevas tecnologías, pero las inquietudes ante este nuevo curso me han obligado a volver sobre ellas. Se debate en todos los ámbitos la necesidad de una enseñanza efectiva, alejada del aprendizaje mecánico y estéril. El mercado laboral está ahora más necesitado que nunca de trabajadores que sean versátiles, eficaces, que sepan resolver problemas e –incluso– plantear otros nuevos. Por ello, en sus selecciones de personal empiezan a desconfiar de los currículum montados a base de un conocimiento que se ha circunscrito al empleado en dedicar unas cuantas madrugadas a pasar con éxito un examen. Este modelo no garantiza de ninguna manera un conocimiento efectivo, porque lo que se aprende de esa manera suele despejarse de nuestra cabeza con las veintisiete cañas con las que se celebra el bachillerato, la diplomatura o la licenciatura recién estrenados.

La escuela, los institutos, los colegios y las universidades –los centros donde se imparten los ciclos formativos ya han dado el paso hace tiempo– necesitan un impulso hacia ese conocimiento efectivo. En este contexto, el debatido Plan o proceso de Bolonia nos ha obligado a los profesores universitarios a revisar de manera profunda nuestras herramientas docentes, circunscritas en muchos casos a una clase magistral en la que el magisterio brilla por su ausencia.

Los profesores dogmatizados en esa enseñanza sabionda se oponen al cambio porque piensan que lleva aparejado el mandar un trabajillo, hacer una actividad inútil o valorar que el chaval esté bien sentado y, a ser posible, no se muevea  Pero no se trata de que el conocimiento  sea poco importante: es el centro de todo y lo será siempre con el espíritu crítico como meta. Se trata, más bien, de los medios para que ese saber sea adquirido. En esa entrada de la que hablaba de la Enseñanza 2.0, con todos sus condicionantes, mencionaba lo importante que es el vehículo por el que se transmite el conocimiento. Que el vehículo es importante lo sabemos todos los que hemos tenido que irnos de vacaciones. Procuramos hacer una revisión de nuestro coche, elegimos el medio de locomoción más adecuado, más veloz (y sí, si es posible, más barato). En la enseñanza, se trata de trazar el recorrido del aprendizaje planificando bien la ruta, teniendo en cuenta los factores, medios y maneras para que el saber sea real y no imaginario. La enseñanza tendente al examen como único vehículo es un engaño similar al que se crea que ha visitado la Polinesia cuando lo que ha visitado es un parque temático en Tarragona.

Los detractores de esta puesta al día también suelen aducir otras razones, que vienen a resumirse que el aprender cuesta esfuerzo y que en la enseñanza no valen los juegos. Estos apocalípticos piensan que la enseñanza enfocada a las competencias es una mariconada que se recume en pasarlo pipa. En el fondo, aprobar sale gratis. Pero lo que se pretende es afinar el punto de mira y disponer de unos instrumentos nuevos, que pueden conllevar más esfuerzo, pero quzás un esfuerzo más placentero y comprensible. Es muy difícil convencer a alguien de la utilidad de empaquetar en la cabeza unos datos sin ton ni son. Esto era rentable en los tiempos en los que las enciclopedias adornaban las estanterías del salón, pero poco eficaz en los tiempos en los que el dato está al alcance del bolsillo.

¿Lo malo para el profesor? Trabajo. Mucho trabajo. Ese mapa de ruta es muy difícil de trazar y hay muchos tramos en obras por el camino. Pero merece la pena, porque la sociedad está necesitada de buenos conocedores y especialistas en todos los ámbitos. Y los profesores somos los intermediarios. Cobramos un peaje, pero el que llega a la meta  tiene que valorar si, al final,  le ha salido rentable. Somos eso, transmisores. Y ahora hay medios –también teorías– para transmitir bien nuestras ensezanzas. De tanta enseñanza a base de señales de humo y mapa celeste precopernicano, se nos ha olvidado que quizá, por estos medios, estemos llegando al sinsentido. Algunos, con tanto «contenido», lo están dejando vacío.

(La imagen es de Lograi.)

6 comentarios en “Vacío de contenido”

  1. Me sumo a la opinión de Fran.

    Sobre el nuevo sistema de aprendizaje, mi temor reside en las redacciones de media página que no lee nadie y que obtienen una flamante matrícula de honor. ¿Se fomentará el peloteo y la caradura y la flexión y el vasallaje?… no es nada objetivo

  2. Fran. Estoy de acuerdo contigo. De hecho, tu acertada visión me ha hecho añadirla al cuerpo de la entrada. Y coincido también con el conocimiento y el espíritu crítico como meta hacia la felicidad. Curiosamente, en noviembre voy a dar una charla con el tema "¿Es posible un mundo feliz?", en el que sostendré algo parecido.

    Miguel. Hay que llegar a la verdad, es cierto. Pero la llegada a la verdad la concibo como Ortega en ¿Qué es filosofía: se llega a ella, como en el asedio a las murallas de Jericó, estrechando el cerco mediante la táctica de círculos concéntricos. Es muy complicado, en estos casos, ir por la tremenda y querer dar en la diana.

    Pedro. Coincidimos con gran parte de los planteamientos didácticos. Tus reflexiones sobre la Universidad en España y sobre el sistema educativo universitario son pieza angular para la reflexión sobre estos aspectos.

  3. Excelente perspectiva. La mayoría de los que no están a favor del cambio sólo quieren conservar su comodidad, como si el mundo no hubiera cambiado y todavía fuera posible enseñarlo todo y aprenderlo todo en unas pocas horas de clase.

  4. Creo que les debo poco a mis profesores. Recuerdo a unos treinta pero sólo de dos guardo con gratitud cosas valiosas que he aprovechado bien en la vida. Enseñar es muy difícil, más ahora cuando tan confundido está el saber. Al final de todo camino de aprendizaje tiene que existir la verdad, si no el itinerario no es válido, por atractivo que parezca.

  5. Aunque comparto el fondo de tu post, hay una frase con la que no puedo estar más en desacuerdo:

    "Pero no se trata de que el conocimiento sea poco importante: es el centro de todo y lo será siempre."

    Yo, por mi parte, creo que lo fundamental es educar en el espíritu crítico. De esa manera, el joven -lo siento, pero me niego a llamrle el "educando"- tendrá capacidad para seleccionar entre el conocimiento que se le ofrece… y será capaz de abrir nuevas vías desconocidas hasta entonces. Y más aún, será capaz de desmitificar el conocimiento y emprender la búsqueda de la felicidad, que aunque suene cursi, es el verdadero sentido de nuestra existencia.

    En este caso, y desde una ligera discrepancia, un abrazo 😉

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