Poniendo nombre a los personajes – Novela #2

En el proceso de escritura, lo más sencillo puede resultar complicado. Es muy fácil llamarse de alguna manera en la vida real, del mismo modo que es sencillo beberse un vaso de agua; pero no es tan fácil que un actor, delante de la cámara, sepa realizar acciones cotidianas con naturalidad –igual es mucho más sencillo ponerse en situaciones complejas– y tampoco es tan accesible bautizar a los habitantes del territorio de nuestras ficciones.

¿Qué decisión toma un autor? ¿Elige nombres procedentes de otras novelas o de películas o de un periódico o de las esquelas o del listín que tenga a mano? ¿Del santoral? ¿Del profesor que te caía mal y de la primera chica que te gustó?

Hay nombres que no son creíbles porque no lo son. Hay nombres que no son creíbles porque, aunque extraños son demasiado verdaderos: le pasaba a Cela, al que le acusaban de poner nombres extravagantes y el respondía con personajes de carne y hueso que se llamaban de formas inverosímiles. Y, entre la selva improbable y previsible, están nuestras decisiones.

No voy a adelantar demasiado, pero diré que dos personajes de la novela se llaman Nacho y Angélica. Nacho, porque sí: me parece un nombre sencillo, común y cercano pero no del montón; también con cierta eufonía. Y Angélica no se por qué. Probablemente, porque no es un nombre tan común; también porque tiene fuerza.   Que yo recuerde, solo recuerdo dos Angélicas: la primera, una alumna mía de hace muchísimos años, morena, mala estudiante y, pese a ello –o quizá por eso mismo– con buen criterio y excelente lectora; la segunda, mucho más reciente, una periodista de un periódico de mi ciudad. Ninguna de las dos es el referente de mi Angélica como personaje, pero quizá me han ayudado a rescatar ese nombre para el bautizo.

Pasean también otros nombres de mujer. Hay una Mónica a la que quiero llamar Sonia. Pero, cuando la llamo Sonia, la quiero llamar Mónica. Con todas las viceversas posibles. Las dos, como nombres y como mujeres de ficción, se han paseado por mis Fragmentos para una teoría del caos. No obstante, todavía ignoro hacia dónde van a dirigirse en actuaciones y palabras.

Como adelantaba, los nombres lo son, de momento, de personajes. De momento, sin apellidos (me son demasiado familiares. ¿Querré esa familiaridad para los lectores o no la desearé?) Todavía no he bautizado con nombres concretos ni bares, ni cines, ni localidades. Probablemente, eso signifique algo, pero todavía no se muy bien qué.

Y queda por hablar de la función de los personajes, de su caracterización. Pero de eso hablaremos mucho. En otro momento y, probablemente, muchos otros días.

(La imagen es de Philip Howard. La entrada pertenece a la serie del Proceso creativo de mi novela.)

3 comentarios en “Poniendo nombre a los personajes – Novela #2”

  1. perdí el comentario que había escrito… ¡que faena!

    vuelvo a empezar pero seré más breve

    esto de los nombres es muy serio, al contrario que Magdalena, yo me fijo mucho en ellos porque los nombres creo que permanecen bastante tiempo en la memoria… ¿Cómo olvidar a Juvenal Urbino y Fermina Daza?… o Eugenia Grandet… o Platero…

    yo me dejo llevar mucho por la eufonía, principalmente me fijo en eso a la hora de escoger los nombres de mis personajes… aunque creo que todos tenemos nombres recurrentes, que por una razón u otra permanecen en nuestra cabeza.

    biquiños,

  2. Creo que este ejercicio que estás haciendo va a resultar de lo más entretenido…

    He leído mucho, y los nombres no suelen ser algo en lo que me fije, a no ser que estén mal elegidos. En ese caso me rechinan…

  3. Dejando la credibilidad aparte, también están los nombres que describen al personaje, o señalan alguna de sus características.
    Este asunto siempre me ha parecido algo que implica, más allá de mera reflexión, bastante intuición, ya que los nombres pueden tener una especie de conexión o resonancia casi mágica con sus personajes (esto puede tener mucho que ver con esa eufonía que mencionas) que, si bien lograda, parece hacer rodar a los personajes con fluidez.
    Para mí este paso suele ser complicado. De hecho hay relatos que he dejado a medias, entre otras cosas, por no ser capaz de encontrar un nombre que me convenciera para el personaje principal (a una pobre chica que no había roto ni un plato -todavía- me dio por llamarla Octavia).
    También tengo listas de nombres, una de ellas de nombres muy raros que vi cuando trabajaba en el archivo del Hospital (aunque desconozco dónde está ahora mismo).

    El extenso comentario con notas personales se debe a que, como sabes, tengo gran interés en esta serie, y creo que este paso en concreto tiene más intríngulis de la que aparenta, por lo que puede ser muy sugestivo reflexionar sobre ello.

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